De acuerdo con el modelo desarrollado por esa institución para rastrear las rutas y el destino de los desechos plásticos de fuentes terrestres, el total cada año de elementos así que ingresa al Mediterráneo es de aproximadamente 17 mil 600 toneladas.
La indagación, basada en una simulación durante el período 2010-2017, rastreó plásticos de fuentes terrestres como ríos y ciudades costeras y teniendo en cuenta importantes procesos de dispersión como hundimiento, mezcla vertical / horizontal, viento y corrientes.
También identificó patrones potenciales de acumulación de microplásticos y macroplásticos en la capa superficial, la columna de agua, el fondo marino y en las playas.
Con ello, los expertos pudieron determinar que, de las más de 17 mil antes dichas, el 84 por ciento termina en las playas y el resto en la columna de agua o en el fondo del mar.
El modelo también describió la bioincrustación –hecho que ocurre cuando microorganismos como las algas se acumulan en objetos flotantes y sumergidos- como un mecanismo potencial para la eliminación de microplásticos de la superficie del agua del mar.
Sin embargo, los macroplásticos, como las bolsas de plástico y la espuma de poliestireno, pueden flotar alrededor durante períodos de tiempo más largos y viajar largas distancias desde sus fuentes, refiere el estudio.
El autor principal de la investigación, doctor Kostas Tsiaras, afirmó que los resultados del modelo se pueden utilizar para identificar áreas importantes desde el punto de vista ecológico (hábitats de aves y cetáceos) o comercial (acuicultura y pesca), potencialmente amenazadas por la contaminación plástica.
Con ese proyecto, será posible diseñar planes y políticas de gestión basados en los ecosistemas para la mitigación de la contaminación plástica, un problema ambiental transfronterizo, pues esos residuos flotantes viajan largas distancias desde sus fuentes, añadió.
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