La coalición nació con un defecto visible: un amplio abanico ideológico que hace muy difícil, sino imposible, buscar un consenso, en especial cuando se aborda el tema palestino.
Solo la vuelta al poder de Benjamín Netanyahu, quien gobernó durante 15 años, 12 de ellos de forma ininterrumpida, une a un sector de la ultraderecha, agrupado en torno al partido Yamina, a los pacifistas del Meretz, a los islamistas de Raam, y a los laboristas.
La lista la completan Azul y Blanco, dirigida por el ministro de Defensa Benny Gantz, y Futuro, del canciller Yair Lapid, que según el pacto, deberá reemplazar a Bennett en 2023.
El Canal 12 reveló recientemente unos comentarios del primer ministro y dirigente de Yamina, Naftali Bennett, que confirman el pesimismo al interior del bloque.
El jefe de Gobierno consideró que Lapid no tendrá tiempo para reemplazarlo pues la alianza se derrumbará antes.
“La rotación no se llevará a cabo. Lo más probable es que el gobierno se disuelva entre (la aprobación del) presupuesto -cuya votación está prevista para noviembre- y la fecha acordada por una variedad de razones”, subrayó el político, en unas palabras confirmadas luego por su oficina.
La número dos de Yamina y titular del Interior Ayelet Shaked fue más allá al dejar abierta la posibilidad de desconocer el acuerdo de sucesión, incluso si la alianza llega unida hasta 2023.
“No tengo ningún comentario sobre eso. No sé qué pasará. Depende de si hay una crisis o no. Ya veremos”, afirmó Shaked en otro audio divulgado también por el Canal 12, en el cual critica tanto a Lapid como a Gantz.
Según medios de prensa nacionales, miembros del gabinete sospechan que Shaked mantiene conversaciones secretas con el entorno de Netanyahu, dirigente de la oposición ultranacionalista, con quien comparte afinidades ideológicas.
Esas grabaciones son las últimas señales de las crecientes fisuras dentro de la diversa coalición, destacó el diario electrónico The Times of Israel.
Pero esos comentarios son apenas la punta del iceberg de las profundas diferencias en el interior del Gobierno, como dejaron en evidencia las acciones de Gantz contra los palestinos.
El ministro de Defensa primero declaró terroristas la pasada semana a seis organizaciones no gubernamentales palestinas que operan en Cisjordania y días después dio luz verde (sin consultar a otros actores del Ejecutivo) a la construcción de tres mil 144 nuevas viviendas para colonos judíos.
Ambas acciones provocaron indignación en el laborismo y el Meretz, cuyos diputados abrieron fuego contra el funcionario.
Los dirigentes de los partidos Laborista, Merav Michaeli, y Meretz, Nitzan Horowitz, criticaron tanto a Bennett como a Gantz por la decisión adoptada, que no fue consultada con el resto de los miembros que integran la alianza en el poder.
El diario The Jerusalem Post reveló que ambos están “cansados de ser sorprendidos” por las acciones de Gantz y del resto de los ministros de derecha.
El laborismo criticó en un tuit a “quienes hacen declaraciones políticas con implicaciones internacionales de manera irresponsable, sin coordinación y sin preparación, y aprueban la construcción de tres mil viviendas en Judea y Samaria (Cisjordania)”.
Para muchos israelíes la pregunta no es si la alianza se romperá, sino cuándo, mientras Netanyahu y la oposición de extrema derecha que dirige se frotan las manos ante la posibilidad de elecciones adelantadas.
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