Casas enteras, piscinas, una cancha de fútbol, escuelas, iglesias y plantaciones, fundamentalmente de plátano, han sido las víctimas del anárquico trayecto del magma, desde que comenzaron las erupciones del Cumbre Vieja el pasado 19 de septiembre.
Con cierta resignación, el Instituto Volcanológico de Canarias se limitó a decir que la lava amenaza además con sepultar un local de hostelería que hay en esa zona. El mayor problema es que la fajana o nuevo delta del volcán crece a todo lo ancho y la superficie de la colada se hace mayor.
Imágenes submarinas del nuevo delta lávico, captadas por robots y cámaras subacuáticas reflejan diferentes formaciones de lava y señales de vida, como corales o un banco de peces. Pero este panorama de esperanzas contrasta con el rebrote sísmico en La Palma.
En Villa de Mazo, alrededor de la cual está el aeropuerto internacional de la isla, se dieron movimientos telúricos de gran profundidad, aunque sin causar daños mayores.
Uno de los asideros de optimismo radica ahora en la calidad del aire, que ha mejorado en cinco municipios de la zona oeste de La Palma, lo cual no quiere decir que haya cesado la enorme nube de ceniza que expulsa el Cumbre Vieja todos los días.
De las coladas uno y dos, se observa en el sistema europeo de satélites Copernicus que la lava arrasó con casi mil hectáreas de superficie. La estadística de inmuebles destruidos aumentó a dos mil 675, con otras 120 edificaciones parcialmente impactadas por el paso lento y demoledor de la lava.
En cuanto a las vías 77,4 kilómetros fueron severamente afectados, de los cuales nada menos que 4,2 quedaron sepultados bajo el magma.
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