Hablar de la marimba en la tierra del quetzal es hacer un viaje en el tiempo. Sus disímiles calificativos como patrimonio cultural, elemento identitario, fenómeno acústico, objeto de pasión y joya de la artesanía nacional bastarían para tener una noción de su significado para los chapines de corazón.
Sus orígenes, sin embargo, todavía causa polémica. ¿Nació en África o en Indonesia, acaso en el Amazonas? Son respuestas a medias; pero de lo que sí no hay duda es de que el ingenio de los guatemaltecos contribuyó a su reinvención.
Léster Homero Godínez, creador del concepto de marimba de concierto, asegura que el continente africano aportó la idea de agrupar tablillas en sucesión y percutirlas, así como el vocablo de origen bantú.
De Europa vino el sistema musical temperado (escala de 12 tonos), el cual asigna un nombre y un sonido determinado a cada tablilla; en tanto Mesoamérica puso materiales exclusivos como la madera de hormigo y de güisil para fabricar teclas y baquetas, sin olvidar la herencia del tún utilizado por los mayas.
La fusión de todos estos elementos culturales llevaron primero a la creación de las marimbas de aro o arco, que tenían un teclado de hormigo colocado sobre un marco de pino o cedro, además de un cinto de tela que le servía al músico para su traslado.
Según los historiadores, le colgaban calabazas o tecomates para amplificar el sonido y aún pueden verse en museos y en lugares distantes de la ciudad. Poco después apareció la versión sencilla, con escalas diatónicas únicamente, cajas de resonancia y un teclado en el cual ejecutan tres o cuatro personas, dependiendo de su tamaño. A este conjunto se le agregó después otra pequeña llamada tenor.
A inicios del siglo XX surgieron las de doble teclado, capaces de producir escalas cromáticas. Su invención se atribuye al quezalteco Sebastián Hurtado, por sugerencia del eminente músico Julián Paniagua.
Es así que el genio guatemalteco se apropia del instrumento hasta hacerlo tan suyo que termina siendo símbolo patrio por decreto del Congreso en 1999. Ello significa que debe ser respetado en grado sumo junto a la monja blanca, el quetzal, la ceiba pentandra, el himno nacional, la bandera y el escudo.
Actualmente,en el país existen destacados compositores que han aportado su talento e inspiración para no dejar morir la música de marimba, declarada, además, Patrimonio Cultural de las Américas en 2015.
Pero el homenaje mayor es cada 20 de febrero, cuando alrededor de 10 marimbas se dan cita todo el día en la capitalina Plaza de la Constitución en un concierto gigante, con sabor popular.
mem/mmc
(Tomado de Orbe)