«Siempre me ha parecido esta, mi ciudad, tan bella como dejada. Los lugares donde se desarrolla la vida diaria tienen historia, valores arquitectónicos, artísticos o sociales. Dejarlos en el abandono significa también olvidar nuestra propia historia», afirmó en entrevista a Prensa Latina.
Por esa razón, cuando trata el tema intenta inmortalizar la presencia de esas ruinas, pero desde una perspectiva diferente a una mera reproducción, utilizando códigos que quizás se dejen escapar para hacer notable su existencia.
«Si hay una temática que logre conectar cada una de mis piezas diría que es la relación del hombre con su entorno habitable, el paisaje urbano, la influencia de estos sobre quienes lo habitan y viceversa», sentenció.
Para la artista, ese paisaje donde confluye lo caótico y lo armónico se convierte en un reflejo de diferentes manifestaciones de la trascendencia del ser humano y es, a la vez, uno de sus recursos de motivación.
Es en la cotidianidad donde encuentro la inspiración, en las formas de cada casa o construcción que en su particularidad me transmiten una historia. Transito desde la base sensible de Caspar David Friedrich hasta el expresionismo abstracto de Richard Diebenkor, solo por poner dos ejemplos, aseguró.
Auxiliada en la mancha y en colores llamativos, Torres desarrolla sus lienzos, dándole forma a medida que van surgiendo, sin detenerse en los detalles.
A su juicio, el color le da vida, fuerza y organicidad a sus piezas si se aplica con el código correcto.
La pintora, graduada de la Academia de San Alejandro y actual estudiante de la Facultad de Artes de la Conservación del Patrimonio Cultural, prefiere los formatos grandes para la creación, pero no se rehúsa a probar otras formas.
En su currículum atesora la serie Erosionando, inspirada en el deterioro progresivo de algunas calles capitalinas, y ha dejado su sello en varios proyectos individuales y colectivos como el performance Hookup, presentado en la 12 edición de la Bienal de La Habana.
Torres participó, además, en el tributo a la Ciudad Maravilla por sus 500 años con la exposición colectiva La Séptima Quimera en el Primer Salón de Paisaje Hermanos Chartrand.
Según comentó, pese a las dificultades derivadas de la pandemia de la Covid-19, el confinamiento también fue un tiempo fecundo para la reflexión, el estudio, la experimentación y le permitió involucrarse en iniciativas virtuales como At Home y Abril Abstracto, organizadas por la galería Belkis Ayón.
La serie Microcosmos fue en parte producto de esa búsqueda, donde al sustituir el formato también cambió el soporte, del lienzo a la madera. Me atreví a probar la miniatura, donde los diferentes espacios del Instituto Superior de Arte constituyen el motivo principal, argumentó.
De acuerdo con Torres, el arte también se hizo con la tarea del llamado a cuidarnos y a ser responsables ante la Covid-19.
Las redes sociales, por su parte, se convirtieron en aliados para impulsar la creación y ganar público/usuarios/seguidores.
Las series Lo finito, lo fugaz y Microcosmos se empeñan por estos días en arrebatarle el sueño, ese mismo que anhela verse entre las páginas del libro sobre pintura abstracta en Cuba, de Luis García Peraza, en el que aparecerá junto a otros creadores de esa línea.
Mientras, acontecen los preparativos para la exposición en la Galería Wifredo Lam, prevista para marzo de 2022, donde estará Torres con un total de 25 piezas junto a otras mujeres artistas defensoras de las artes plásticas en Cuba.
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