La Habana (Prensa Latina) Es innegable que las guerras, como los icebergs, esconden más de lo que muestran y en el caso de Sudán del Sur podría sorprender todo lo que aún está lejos del conocimiento público.
No obstante, hay voluntad política para revertir esa situación, lo cual se concretaría de instaurarse una Comisión para la Verdad y la Reconciliación (CVR), como prometió recientemente el presidente Salva Kiir Mayardid, en un intento de zanjar las heridas de la contienda bélica que se extendió del 2013 al 2018.
El mandatario se refirió a ese instrumento judicial y moral a principios de este 2022 y adelantó la inminencia de que se establezca en este territorio, como fue aplicada en otros países del continente, notoriamente en Sudáfrica con el gobierno del Congreso Nacional Africano (ANC), de Nelson Mandela en 1995.
La estructura propuesta tiene como particularidad adoptar medidas, entre ellas el perdón, sobre la base de la confesión, y su objetivo político es promover la unidad nacional por encima de los hechos –muchos de ellos sangrientos y violatorios de los derechos humanos- para reconciliar así a antiguos rivales.
Esa manera de construcción del entendimiento es coherente con el mantenimiento de la paz, para con ella garantizar la seguridad de la sociedad en su conjunto y aportar objetividad al perfeccionamiento del cuerpo legal del Estado con el acercamiento al sentir de cada ciudadano, estiman analistas.
El presidente Kiir prometió que se formaría la Comisión para finales del actual mes y expertos y políticos consideran que es importante iniciar ese proceso para que la verdad se abra paso sobre lo acontecido durante la guerra, lo cual será un instrumento útil en la recuperación de la vida en general.
Según medios de prensa en Juba, la capital de Sudán del Sur, la creación de esa entidad es parte del acuerdo de paz revitalizado en el 2021, pero que aún no se materializó totalmente, aunque prevé un futuro provechoso en la posguerra frente a la persistente violencia, con su componente etno-político.
El conflicto armado en Sudán del Sur, el país más joven de África -establecido en 2011-, se desató luego de que el gobernante Salva Kiir, acusó a su primer vicepresidente, Riek Machar Teny, de intentar derrocarlo mediante un golpe de Estado con la complicidad de integrantes de la Guardia Presidencial.
En ese ámbito se deshizo el entendimiento entre los integrantes del Movimiento Popular de Liberación de Sudán (SPLM), quienes unidos enfrentaron al gobierno de la República de Sudán, en el norte, y juntos lograron la independencia en 2011. La guerra se impuso como expresión de una lucha por el poder con matices sectarios.
El criterio de pertenencia a una u otra comunidad –la dinka, de Kiir y la nuer de Machar, especialmente- fue explotado como mecanismo de movilización de tropas y herramienta para elevar la moral combativa de los rivales, el gubernamental SPLM y el Movimiento Popular de Liberación de Sudán en la Oposición (SPLM-IO).
Durante la contienda, que causó cerca de 400 mil muertos, se multiplicaron los excesos como ataques a pueblos e infraestructura civil, en tanto la tortura y los vejámenes cruzaron la línea roja. Todo eso se tradujo en una población de casi cuatro millones de desplazados y provocó una grave crisis humanitaria.
Tales actos se conjugaron con la intensificación del odio entre las comunidades que tras concluir el evento bélico aún hace sentir sus secuelas, lo cual atenta a fondo contra la unidad de la población.
Ese es el efecto de las consideradas “guerrillas étnicas” como el llamado Ejército Blanco, integrado mayormente por jóvenes y niños armados nuer, precisan medios de prensa locales.
Respecto a esa formación, Robert Young Pelton escribió en el portal vice.com: La poca documentación que existe se basa en algunos escritos académicos que por lo general la describen como una turba amorfa capaz de ejercer gran violencia y destrucción.
El gobierno sursudanés afirmó que esa facción contaría con unos 25 mil milicianos aproximadamente y tras la guerra algunas autoridades consideraron que los jefes y elementos de fila del Ejército Blanco, afín al SPLM-IO de Machar, deberían ser procesados por la futura Comisión de la Verdad.
ANTECEDENTES
Pese a que la Comisión se enfocará en la guerra (2013-2018), existen precedentes de la década de 1990 del pasado siglo sobre la violencia entre las dos comunidades mayoritarias, como fue por ejemplo la llamada Masacre de Bor, perpetrada por seguidores de Machar, que causó cinco mil muertos y unos 200 mil desplazados.
A los asesinatos, violaciones, secuestros, quema de los poblados y el robo de ganado de esa matanza en 1991 los estudiosos contraponen los ataques lanzados a finales de 1992 sobre áreas nuer en el oeste de Alto Nilo ejecutados por ciudadanos dinkas, dos aspectos que no se evaluarían, pero que permanecen en el recuerdo.
No obstante, para que rinda los frutos requeridos mientras cumple su cometido, ese órgano provisto de instrumentos jurídicos deberá ser leal a los principios del buen comportamiento en su gestión, con una actuación desprejuiciada en la que primen humanismo e integridad.
Las líneas por seguir las dio el presidente Kiir y ahora sólo queda esperar el establecimiento de la Comisión en el contexto del perfeccionamiento del Estado más joven del continente africano.
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* El autor es periodista de la redacción Internacional de Prensa Latina
