Por Luis Manuel Arce Isaac
Corresponsal de Prensa Latina en México
Ese es el summum de la situación creada en torno a Ucrania.
El mensaje a Washington y la OTAN es más directo aun: un apoyo recíproco en los temas de máximo interés de cada parte.
China y Rusia con las cartas sobre la mesa
Beijing rechaza cualquier ampliación de la OTAN hacia el Este y Moscú la alianza de Washington, Londres y Canberra en el espacio de Asia-Pacífico (el acuerdo Aukus para crear el bloque militar que puede alterar el equilibrio de fuerzas en la región del Índico y el Pacífico). No hay medias tintas.
Los dos colosos advierten a Estados Unidos y Alemania y a sus aliados su oposición a que sigan obstinados en promover el unilateralismo y en interferir en los asuntos de otros, pues “socavan los intereses de otros Estados, crean fricciones y enfrentamientos, lo cual frena el desarrollo”.
Y rematan: La comunidad internacional (léase Rusia y China) “no van a aceptar esto más”.
En consecuencia, les indican a sus adversarios la existencia de un compromiso a profundizar “sin descanso” su “coordinación estratégica” y afrontar juntos las “injerencias externas” y “amenazas a la seguridad regional”.
Las cartas están boca arriba. No hay nada oculto, y no debe haber sorpresas ni sorprendidos.
Francia en el complejo contexto
En ese contexto, el presidente francés, Emmanuel Macron, cuyo país ocupa la presidencia rotativa de la Unión Europea (UE), está fungiendo como intermediario en la difícil tarea de convencer a las partes de iniciar una desescalada de la crisis, aunque todos saben que eso solo es posible si cada parte acepta las posiciones de la otra.
«Nuestro continente está hoy en una situación muy crítica, lo que nos obliga a ser extremadamente responsables», dijo Macron en el Kremlin, tal vez calibrando los enormes intereses que se están moviendo alrededor de Ucrania, y enviando al mismo tiempo un mensaje al presidente de ese país, Volodimir Zelenski, a quien no se puede dejar fuera del juego.
No estamos en los lejanos años 60 cuando las potencias nucleares actuaban por encima de los demás actores en los conflictos, y Ucrania, por demás, no es tampoco cualquiera ni, al parecer, busca convertirse en un estado bisagra, sino acomodarse a la situación de tal manera que pueda seguir con sus demandas, pero sin arriesgar mucho.
Las reiteradas posturas de Rusia
Para Rusia, los reclamos ucranianos tienen un límite de tolerancia y nunca traspasarán la línea roja trazada por los acuerdos de Minsk de febrero de 2015, aceptados pero incumplidos por la OTAN y Estados Unidos, a quien culpa de alterar el equilibrio estratégico en el mundo.
En ese contexto el Kremlin reiteró que Crimea es y será parte de Rusia y si alguien trata de cambiar eso por la vía militar estallaría de modo inevitable una guerra nuclear en la que no habrá ganador.
En consecuencia, Putin advierte que no hay alternativa a los acuerdos de Minsk, que son la única base posible para un arreglo político del conflicto del sureste ucranio, y Macron asimiló las razones de su anfitrión, pero en su posición occidentalista replicó que es imposible pedir que se abandonen principios básicos de la OTAN.
Ese criterio, más el señalamiento a Rusia de incumplir el compromiso de respetar la integridad territorial de Ucrania, alejó la posibilidad real de un entendimiento práctico favorable a una distensión. Francia es parte, junto con Alemania, Rusia y Ucrania, del acuerdo Minsk II que allanó el camino para el fin de la guerra del Donbás.
Desde entonces, Moscú busca garantías de la OTAN de que Ucrania no entrará en ese pacto y exige que el bloque retire a sus fuerzas acantonadas en países del este europeo reclutados por los jefes del tratado noratlántico, en especial del Pentágono.
Por supuesto que todos ellos rechazan la exigencia rusa y en sus negociaciones con el Kremlin no van al fondo del problema que es un freno al expansionismo al este de la OTAN, sino que se detienen en asuntos colaterales bien ajenos de las preocupaciones rusas centradas en el cerco militar que propicia Washington.
Estados Unidos y la OTAN encuentran en Ucrania caldo de cultivo para sus apetencias expansionistas pues cuatro poderosos grupos empresariales y una veintena de familias terratenientes, controlan la vida económica y política de un país que los geoestrategas colocan como un centro de equilibrio entre Europa y Eurasia, por su posición geográfica, su historia y su riqueza, como bien señala el catedrático panameño Guillermo Castro.
En esa condición geopolítica radica la importancia de lo que está ocurriendo en Ucrania porque ese pedazo de territorio en disputa es como la cota a conquistar en un campo de batalla convencional sembrado de minas por todas partes y defendido por nichos de ametralladoras y emplazamientos de cañones.
Fiasco de la unipolaridad del mundo
Fracasada la campaña de la unipolaridad apenas una década después de la caída de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos fue incapaz de sostener el nuevo modelo económico que norteamericanizaría al mundo, y sus gobernantes, empresarios y generales no pudieron atajar la creciente multipolarización del sistema mundial por el empuje, sobre todo de China y Rusia, y de otros actores.
El fiasco del neoliberalismo globalizado, considerado un hecho cierto e irreversible hasta por los propios teóricos de Estados Unidos, ejerce una influencia evidente en la Europa de posguerra postrada hasta hace unos años a los pies de Washington.
Esto se manifiesta en una creciente autonomía de países como Alemania y Francia, que ayuda a entender la reticencia al interior de la alianza noratlántica a crear una situación de guerra en Ucrania para demostrar en el exterior el liderazgo que la administración Biden no puede mostrar en casa.
Desenlace difícil, mas no imposible
Si algo importante dijo Macron en su entrevista con Putin en el Kremlin es su afirmación de la necesidad de construir un nuevo mecanismo de seguridad para todos en Europa, que considere las preocupaciones rusas y las que tienen los países de la OTAN, así como Ucrania, Georgia o cualquier otro de la región.
Por supuesto que es algo muy difícil, pero no imposible. El mundo requiere de una recomposición de los equilibrios y de los factores de negociación ahora que se ha recuperado la paridad militar y económica perdidas con la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista del este europeo.
Si hay voluntad, pero sobre todo racionalidad, Ucrania puede ser convertida en el centro de la paz por construir y no en el de la guerra para destruir incluso hasta al hombre mismo como especie.
rmh/lma