Según el directivo comunitario la rapidez con la que se alcanzó esa cifra tras la operación militar especial desplegada por Rusia en ese país, constituye un récord desde la II Guerra Mundial
Ante ese escenario Borrell pidió apoyar con «más fondos, más capacidad de acogida, más alimentos y más recursos educativos» a las naciones de destino ante el “importante flujo que se prevé”.
Esas palabras contrastan con la postura comunitaria tradicional ante el fenómeno migratorio, un tema considerado como asignatura pendiente para la UE. A los países del mecanismo integracionista llegan anualmente miles de indocumentados por diversas vías y razones, buscando mejores condiciones de vida y huyendo de situaciones de pobreza extrema o conflictos bélicos en sus países de origen.
Organizaciones humanitarias y de derechos humanos critican de forma recurrente al ente comunitario, carente de una política común ante ese fenómeno.
Ahora los líderes europeos hablan de insertar a los nuevos acogidos dentro de la sociedad.
En tal sentido se pronunció el ministro alemán de Trabajo, Hubertus Heil, quien espera que muchos refugiados ucranianos se queden a largo plazo en su país.
Pero las naciones que acogen hoy la mayor cantidad de desplazados ucranianos son las mismas que albergan miles de efectivos de la Organización del Tratados del Atlántico Norte (OTAN) y ampliaron esa presencia militar tras la ocupación militar rusa en Ucrania.
Esa postura se inscribe dentro de lo que Moscú considera como un cerco de la alianza belicista con el objetivo de presionar y amenazar al ejecutivo del país eslavo.
El Kremlin reiteró además en varias ocasiones que la presencia de sus efectivos en Ucrania no está dirigida contra la población civil sino que busca inutilizar la infraestructura bélica.
Pero la escalada de sanciones desde Occidente y la UE contra Moscú aumenta, la solución pacífica, reclamada por la comunidad internacional, parece distante, y el éxodo de refugiados escala cifras sin precedentes.
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