Jamaica fue por mucho tiempo la más preciada de las colonias británicas de ultramar y una fuente de recursos vitales, los cuales debían cruzar el Atlántico para enriquecer a la metrópoli.
Su indetenible desarrollo motivó saqueos e intentos de conquista, lo que obligó a la corona a invertir en su protección, con el aumento de la presencia militar y la edificación de fortalezas como Fort Charles, en la legendaria ciudad de Port Royal.
Lo que comenzó como un pequeño asentamiento, pasó a ser rápidamente un próspero lugar, sede del Gobierno colonial y principal centro comercial, lo que ameritaba una estructura defensiva.
La construcción de Fort Charles, primer sitio de su tipo, concluyó a finales de la década de 1650, y originalmente fue bautizado con el nombre de Fort Cromwell, en honor a Oliver Cromwell, quien ordenó fundar la localidad unos años antes.
El edificio militar está rodeado por mar casi en su totalidad, y su ubicación en la entrada de la bahía lo convirtió en un punto estratégico que garantizaba divisar a tiempo cualquier navío o flota hostil y organizar la defensa de la ciudad.
Durante los años siguientes fue objeto de modificaciones, con el objetivo de ampliar y mejorar sus capacidades defensivas. Por ejemplo, hacia 1665 albergaba 36 cañones de diversos calibres, y casi un siglo después triplicaba la cantidad de piezas de artillería, mientras que la guarnición superó los 500 hombres.
Luego cambió su nombre a Fort Charles, en honor a la restauración de la monarquía británica cuando el rey Carlos II subió al trono, y sobrevivió al terremoto de 1692, que sumergió a la mayor parte de la ciudad bajo el agua del mar.
Tal desastre obligó a las autoridades coloniales a trasladar la sede del Gobierno a Kingston, desde entonces capital y principal centro comercial de la isla.
En 1907, el fuerte resistió nuevamente la sacudida de un sismo, pero su destino quedó sellado para siempre. En lo adelante no sería más el guardián que desafió a la naturaleza y puso coto a la avaricia de los hombres, y se convertiría en una de las principales atracciones turísticas del país.
Ya los piratas y corsarios no surcan las aguas del Caribe; sin embargo, la fortaleza de ladrillos rojos mantiene un buen estado estructural, conserva parte importante de sus piezas de artillería y en el interior tiene un museo abierto al público todos los días del año, excepto en fechas festivas.
(Tomado de Orbe)