La alianza en el poder tiene en la actualidad 60 de los 120 escaños en la Knesset (Parlamento) tras la reciente defección de la legisladora ultranacionalista Idit Silman, quien sumó su voto al partido Likud, dirigido por el exjefe de Gobierno Benjamin Netanyahu.
Según el diario The Jerusalem Post, el Likud ofreció a Silman el décimo lugar en su lista electoral y la cartera de Salud en caso de formar un nuevo Ejecutivo.
En los últimos días Netanyahu y sus aliados intensificaron la presión sobre los diputados nacionalistas que aún respaldan al primer ministro Naftali Bennett para intentar atraerlos a su redil.
Al respecto, el Canal 12 reveló que la titular del Interior, Ayelet Shaked, mantuvo contactos con el Likud sobre la posibilidad de unirse a sus filas.
Según la fuente, las conversaciones no fructificaron porque la organización no le aseguró un lugar en sus listas electorales a ella y a Nir Orbach y Abir Kara, también legisladores de Yamina, la formación encabezada por Bennett.
Horas después, el partido dio marcha atrás a su decisión, pero ya era tarde pues los tres legisladores decidieron darle una última oportunidad a la alianza, pero con numerosas condicionantes, que hacen muy difícil su funcionamiento, apuntó el medio noticioso.
Pero ayer un nuevo elemento en la ecuación aumentó las posibilidades de una fractura en la ya difícil estabilidad de la alianza, tras el asalto de los militares israelíes a la Mezquita de Al Aqsa, tercer sitio más sagrado para los musulmanes.
Diversos medios de prensa reportaron 344 heridos y más de 300 arrestados durante la operación, condenada en duros términos por el mundo árabe y musulmán.
Tras esa ofensiva, la Lista Árabe Unida (Raam) advirtió a Bennett que le retirará su apoyo si continúa el ataque contra el sitio religioso.
“El daño continuo a Al-Aqsa es una línea roja para nosotros (…) en este caso no hay consideraciones políticas”, advirtió Mansour Abbas, dirigente de Raam.
Los cuatro curules de Raam son clave para la permanencia en el cargo de Bennett, antiguo colaborador de Netanyahu, con quien comparte la misma ideología.
La variopinta coalición está integrada por agrupaciones de ultraderecha, centro, islamista, izquierda, todas unidas en su rechazo a la vuelta al poder de Netanyahu, quien dirigió el país durante 15 años, 12 de ellos de forma ininterrumpida.
Esas profundas diferencias ideológicas provocan constantes roces en numerosos temas que van desde la relación con los palestinos y la colonización judía de sus tierras hasta asuntos religiosos y de presupuestos.
Ahora Bennett solo puede aprobar leyes con el respaldo de la opositora Lista Conjunta, una pequeña coalición de partidos de izquierda y árabes, pero hacerlo provocará más rechazo de los diputados derechistas que aún le apoyan, advirtió días atrás el diario The Times of Israel.
La derecha, tanto en el poder como en la oposición, arremetió recientemente contra Ayman Odeh, líder de la Lista Conjunta, por su llamado a los árabes-israelíes a renunciar a sus puestos en los organismos de seguridad del país debido a la represión contra los palestinos.
De hecho, el jefe del Comité de la Cámara de la Knesset, Nir Orbach, anunció que el panel analizará la expulsión del hemiciclo de Odeh por sus comentarios.
En medio de este panorama, una encuesta reveló que el 58 por ciento de los israelíes rechaza celebrar nuevas elecciones, una posibilidad cada vez más real.
El sondeo realizado por el instituto de investigación Maagar Mochot reflejó que en caso de volver a las urnas (sería la quinta vez en tres años) el bloque de ultraderecha dirigido por Netanyahu lograría 60 escaños, la mitad del total.
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