Tanto, que no es exagerado decir que Zacapa nace un poco de cada rincón de la tierra del Quetzal, y eso es un lujo que pocos rones pueden darse.
Su ruta comienza en las llanuras volcánicas de Retalhuleu, donde la firma cultiva variedades propias de caña de azúcar, y en la fermentación también impone el sello, con una cepa de levadura extraída de la piña.
Tras la destilación, a través de una columna revestida de cobre para eliminar impurezas, la materia prima viaja a la montaña, concretamente a Quetzaltenango, a dos mil 300 metros de altura sobre el nivel del mar, un sitio bautizado como la “Casa por encima de las nubes”.
El traslado no es por capricho. Allí deja de ser ese licor dulce que engaña al paladar para alcanzar un arcoíris de matices cincelados en un proceso de envejecimiento tan lento que, algunos afirman, llega a “derretir los relojes”.
Cada barrica tiene su historia particular. Huyendo de la melaza que da cuerpo a otros rones, Zacapa utiliza “miel virgen”, el jugo concentrado del primer prensado de la caña, el cual combina con una levadura de producciónpropia para fermentar una mezcla distintiva que envejece a 16,7 grados centígrados como promedio.
Otra peculiaridad es su añejamiento con el método de solera, característico del jerez, un proceso que da lugar a colores, aromas y sabores únicos, testigos de continuas mezclas en barricas que antes contuvieron whisky Bourbon, coñac, vino de Jerez o uvas de Pedro Ximénez.
Su elaboración -reconocen los más exigentes sibaritas- no tiene nada que envidiarle al más selecto whisky escocés, y el éxito mantenido en el tiempo es una gran recompensa.
En 1976 nació Zacapa Centenario 23 años, la variedad base y hoy el ron premium más vendido. Después vinieron, en el 2000, el XO 25 años, una versión ultra premium, y más adelante el Zacapa Centenario Royal, destilado hasta lograr el máximo de pureza a partir de rones añejados entre ocho y 30 años.
Todos son perseguidos por los sibaritas, pese a precios prohibitivos en algunos casos, pero una visita a Guatemala estaría incompleta si el viajero no prueba un “sorbito de cielo”, con la única compañía de un cubito de hielo.
(Tomado de Orbe)
