Fuentes sindicales indicaron que cada año la llamada Marcha por la Vida de las Mujeres y la Agroecología se centra en algún problema que afecta a las trabajadoras rurales y en 2022 no será diferente. Se realizará la decimotercera edición.
«(Los aerogeneradores) son una gran amenaza, principalmente, para las familias que tienen poca tierra, porque ¿dónde van a trabajar con la agricultura si no se puede laborar cerca de estos y de las líneas de transmisión? Hay que revisar este modelo», alertó Roselita Vitor, de la coordinación del Polo da Borborema, entidad que agrupa a sindicatos agrarios.
Tal asociación lleva 30 años realizando un trabajo basado en un proyecto de construcción de la agricultura familiar agroecológica, que dio importantes resultados en la reducción del hambre y la pobreza en los entornos campesinos.
La marcha cumplirá su recorrido con el lema «Mujeres en defensa del territorio: la Borborema agroecológica no es lugar para parques eólicos».
Según las demandantes, el debate pone en cuestión el modelo de energía eólica que empieza a avanzar en la región de Borborema, con la implantación de parques que se venden como productores de energía limpia.
No obstante, alertan, se apoderan de la tierra y del territorio rural, cambiando por completo la vida de las comunidades y amenazando la producción de la agricultura familiar.
De acuerdo con denuncias, el municipio de Caetés, en el interior del estado de Pernambuco (nordeste), enfrenta los impactos de la implantación de parques eólicos hace siete años.
«Uno de los principales problemas que existe es la proximidad, pues resultaron colocados muy cerca de las residencias. Con eso, el sonido es demasiado. Como decimos: es el avión que nunca aterriza, es día y noche, 24 horas al día este ruido», comentó la agricultora familiar Roselma de Melo Oliveira.
La inauguración de las torres eólicas en la ciudad pernambucana tuvo lugar en 2015.
Actualmente, la población de los campos que recibieron los parques se enfrenta a varios problemas, como el polvo, las enfermedades y las propias torres, que empiezan a ofrecer un riesgo de muerte a los residentes.
«Con el tiempo, estas se desgastan. En 2019, una cayó, solo que no había ninguna casa cerca. Arrasó con todo y sonó como si una bomba explotara dentro de la vivienda», recordó De Melo Oliveira.
Datos de la Asociación Brasileña de Energía Eólica revelan que hasta el 2020 el país, séptimo en el listado mundial, contó con 777 parques eólicos, con más de 10 mil torres, distribuidos en 12 estados.
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