A pedido del Instituto Liberta (de educación, cultura y conocimiento) y que el programa televisivo Fantástico de la TV Globo anticipó, la investigación revela que ese dígito representa más de la mitad de los casos de violación sexual registrados en esa etapa.
El sondeo indica además que la gran mayoría de las víctimas tenían algún tipo de vínculo con el autor: un 40 por ciento de las agresiones fueron cometidas por padres o padrastros; 37 por primos, hermanos o tíos y casi un nueve por abuelos.
De igual manera, el 85,5 por ciento de los infantes y jóvenes víctimas fueron chiquillas; 14,5 pequeños.
Los guarismos se traducen en que son más de cuatro niñas de menos de 13 años violadas por hora y al tener Brasil, por año, más de 21 mil 600 embarazadas antes de los 14 años de edad, resulta necesario «hablar de esto», afirmó Luciana Temer, presidenta del Instituto Liberta.
El FBSP publicó en octubre pasado que cerca de 100 niños y adolescentes de hasta 14 años son violados por día en el gigante suramericano.
La pesquisa sin precedentes realizada en colaboración con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) puso al desnudo que de 2017 a 2020, el 81 por ciento de las víctimas de violación de hasta 14 años responde a un total de 145 mil casos o 36 mil al año.
Durante el período, fueron registrados 179 mil 277 expedientes de «violación o violación de vulnerable» con víctimas de cero a 19 años, un promedio de casi 45 mil por año.
Niños de hasta 10 años representan 62 mil de las víctimas, o sea, casi un 35 por ciento, como es el caso de Adrielli Porto y Beatriz Moreira dos Santos, ambas de tres años de edad y encontradas sin vida dentro de una camioneta en octubre de 2017.
Otros aspectos del estudio refieren que 35 mil niños y adolescentes fueron asesinados en cinco años en Brasil; número de muertos hasta cuatro años creció un 27 por ciento en 2020.
Aunque alarmantes, los datos no reflejan la gravedad de la violencia sexual durante la infancia y juventud en este país. Tales estadísticas representan una cifra mínima de casos en los calendarios investigados, pues no todos los estados pusieron a disposición la información.
«La falta de denuncia tiene raíces profundas, de una norma cultural en que es impropio interferir en la familia de los otros. Estos niños necesitan adultos y no pueden verbalizar. Ni siquiera articular la idea de lo que les está pasando. Entonces, claro, son números subnotificados», advirtió Danilo Moura, oficial de monitoreo y evaluación de Unicef en Brasil.
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