La amarga verdad es que Libia se convirtió en el Iraq del norte de África, escribió en Twitter el experto Muhammad Mahjoub, en alusión a los numerosos problemas que enfrenta también ese país de Medio Oriente.
“Se contrabandea petróleo, se roban miles de millones (de dólares), ricos ladrones, un pueblo en extrema pobreza, milicias ideológicas, mercenarios y gobernantes sin autoridad mientras embajadas extranjeras manejan el país”, subrayó.
Por su parte, el analista Mohamed Bara afirmó que esta nación no dará un paso adelante mientras no tenga un Gobierno y ministros competentes.
En se sentido, cuestionó en Facebook la corrupción y el saqueo a que es sometido el territorio nacional por esos funcionarios.
En Libia viven unas siete millones de personas, pero nueve millones reciben dinero del estado en forma de subsidios y salarios, subrayó el periodista Ahmed Al Senussi.
Durante las últimas semanas aumentaron las protestas y la insatisfacción de la ciudadanía por el aumento de los precios de productos básicos, los cortes de energía eléctrica y la inestabilidad política.
Tras un año de relativa calma, el temor a un nuevo brote de violencia creció desde principios de febrero, cuando el Parlamento nombró a Fahi Bashagha como primer ministro interino en sustitución de Abdul Hamid Dbeibeh, quien rechazó entregar el poder sin la celebración de comicios.
La disputa entre Dbeibeh y Bashagha tiene como telón de fondo la fractura entre el este y el oeste de Libia.
El primero controla la capital y las zonas occidentales, mientras el segundo tiene como base los territorios orientales, en especial la ciudad de Tobruk, sede del legislativo.
Esta nación vive una espiral de violencia desde el derrocamiento de Muamar al Gadafi en 2011, luego de una guerra apoyada por miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, entre ellos, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido.
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