Su Santidad habló en la histórica Citadelle de la ciudad de Quebec, adonde llegó este miércoles procedente de Edmonton (Alberta), en un viaje de seis días que describió como una “peregrinación de penitencia” al país de Norteamérica.
«En ese sistema deplorable, promovido por las autoridades gubernamentales de la época, que separó a muchos niños de sus familias, tuvieron parte diferentes instituciones católicas locales», dijo Francisco, quien antes de su alocución recibió una pluma de pavo salvaje, así como hierba dulce de un anciano nativo.
El lunes, el pontífice -de 85 años- pidió perdón por el «mal cometido por tantos cristianos contra los pueblos indígenas», durante un discurso en Maskwacis, Alberta.
En su discurso, Francisco enfatizó que su estancia en Canadá le ha dejado un «firme deseo» de avanzar en la reconciliación y ayudar a curar las profundas heridas del pasado.
Sus palabras, pronunciadas en español y traducidas a varios idiomas, ratificaron el compromiso de la Iglesia de responder de forma «adecuada» a los llamamientos de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá.
A su llegada a la ciudad de Quebec, el prelado sostuvo encuentros privados con la gobernadora Mary Simon y el primer ministro Justin Trudeau.
Simon, que habló justo antes de Francisco, señaló que la visita del Papa es un paso importante hacia un mayor diálogo y acciones que conduzcan a una verdadera reconciliación.
«De hecho, esperamos escuchar más acciones futuras de la Iglesia para continuar con este trabajo esencial», afirmó la primera gobernadora general indígena de Canadá al hablar en inglés, francés e inuktituk.
En la propia jornada, el máximo representante de la Iglesia Católica saludó a los fieles desde su papamóvil en las Llanuras de Abraham.
Para Omer St-Onge, superviviente de un internado, la visita del Papa representa un «pequeño paso» en su viaje de curación.
Entre los presentes en el lugar se encontraba también un grupo de manifestantes indígenas que caminaron 275 kilómetros desde el emplazamiento del antiguo internado de Pointe-Bleue, en la comunidad innu de Mashteuiatsh, en la región de Saguenay, en Quebec.
Pointe-Bleue fue la última de las escuelas financiadas por el gobierno federal y gestionadas por la iglesia que cerró en Quebec en 1991.
Más de 150 mil niños de pueblos originarios canadienses fueron internados entre 1890 y 1997 en decenas de residencias escolares creadas por el Gobierno y administradas por órdenes religiosas, principalmente católicas, donde sufrieron abusos físicos, psicológicos y sexuales.
jha/dfm