Publicaciones de prensa, como en el diario The New York Times, advirtieron que las intimidaciones se extienden y afectan lo mismo a funcionarios de consejos escolares y trabajadores electorales que a miembros del Congreso.
El periódico recordó que, a finales de junio, una exmarine renunció a desempeñar el rol correspondiente en un desfile por el 4 de julio en Houston, tras un aluvión de coacciones centradas en suapoyo a los derechos de los transexuales.
Unas semanas después, el alcalde —de orientación homosexual— de una ciudad de Oklahoma dimitió a su cargo luego de lo que describió como una serie de “amenazas y ataques que rozaban la violencia”.
La CNN reportó que hace poco la policía de Coeur d’Alene, Idaho, arrestó a 31 hombres que se creía estaban asociados a un grupo nacionalista blanco, el cual tenía planes de causar disturbios en un evento relacionado con el orgullo gay.
Pero, durante los últimos días, las expresiones de ese tipo de violencia elevaron el tono tras el registro por agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI, según sus siglas en inglés) a la residencia de Trump en Mar-a-Lago, Florida.
Un hombre provisto de pertrechos fue abatido el 11 de agosto por la policía cuando intentó ingresar con un fusil AR-15 a una oficina del FBI en Cincinnati, Ohio, en aparente venganza debido al allanamiento a la mansión del exmandatario.
Al otro día, el Departamento de Seguridad Nacional distribuyó un boletín de inteligencia en el que advirtió sobre “un aumento de las amenazas y los actos de violencia, incluidos los encuentros armados, contra las fuerzas del orden, el poder judicial y el personal gubernamental” despuésdel registro en Mar-a-Lago.
Para agravar la sensación de alarma, en la madrugada del 14 de agosto un individuo estrelló un vehículo ante una barricada frente al Capitolio, disparó al aire y luego se suicidó.
Estudios recientes arrojan que el uso de la violencia política no es exclusivo de la derecha, se extiende y la justifican sectores de otras tendencias ideológicas.
Las estadísticas del FBI confirman que hay unas dos mil 700 investigaciones abiertas sobre terrorismo doméstico, cantidad que se duplicó desde la primavera de 2020, y eso no refiere incidentes menores, pero aún graves.
El año pasado, de acuerdo con datos de la Policía del Capitolio, las amenazas contra miembros del Congreso alcanzaron la cifra récord de nueve mil 600.
(Tomado de Orbe)