El líder castrense, Paul-Henri Sandaogo Damiba, aseguró que el programa de desmovilización de terroristas está en marcha gracias al compromiso de las autoridades religiosas y administrativas.
Varias decenas de jóvenes acordaron deponer las armas y participar en el proceso supervisado por el Gobierno, informó Damiba en un mensaje dirigido a la nación.
Indicó que los procesos de diálogos unido a la intensificación de las acciones ofensivas del Ejército facilitaron una relativa calma en las regiones centro-norte, este y la del norte, afectadas regularmente por ataques terroristas.
Burkina Faso sufre frecuentes atentados de insurgentes desde abril de 2015, realizados por grupos ligados tanto a Al Qaeda como al Estado Islámico.
Estimados oficiosos calculan que el 40 por ciento del territorio de este país africano está en poder de los milicianos islamistas.
A inicios de agosto, el Ejército reorganizó las unidades de combate para recuperar áreas en manos de los rebeldes y facilitar el regreso a sus hogares de los desplazados. Los militares burkineses defenestraron en junio pasado al presidente constitucional Christian Marc Roch Kaboré, asediado por protestas populares que criticaban su inacción frente a los insurgentes islamistas y prometieron controlar a esos grupos.
Por el contrario, desde la llegada al poder de los militares, los movimientos fundamentalistas incrementaron sus operaciones.
La inseguridad en la región provocó el desarraigo de unos dos millones de personas que huyeron en busca de seguridad, según los datos del Gobierno.
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