Esos curiosos animales pertenecen a la familia Hapalochlaena, un género de moluscos cefalópodos adaptados a capturar y procesar sus presas. Al aplanar su cuerpo y mezclarse con el entorno, tratan de evitar la confrontación, pero ante la más mínima amenaza muestran sus anillos azules como advertencia.
Cuando el peligro es inevitable, expulsan un potente veneno neuromuscular que causa parálisis. Esa sustancia es fatal y más potente que cualquier otra.
Según los expertos, se calcula que un único ejemplar contiene suficiente toxicidad para acabar con la vida de 20 personas.
De acuerdo con el Departamento de Biodiversidad, Conservación y Atracciones del gobierno de Australia Occidental, si alguien es mordido por ese tipo demolusco, debe mantener la extremidad lastimada inmóvil, ejercer presión directa sobre la herida y buscar ayuda médica urgente.
Todavía no existe un antídoto y el tratamiento sugerido es el masaje cardíaco continuo y la respiración asistida hasta que el veneno se agote (por lo general en 24 horas).
Los síntomas incluyen náuseas, pérdida de los sentidos, ceguera, cese de las habilidades motoras y paro respiratorio, entre otros.
A pesar de su pequeño tamaño, estas criaturas pueden ser identificadas con facilidad debido a su piel amarillenta y sus característicos aros de color azul y negro.
Tienden a esconderse en grietas o debajo de rocas durante el día y emergen por la noche. Regularmente, su dieta consiste, en cangrejos y camarones, pero, si logran atraparlos, también comen peces.
Por lo general, habitan en las aguas de Japón y hasta el sur de Australia, abarcando desde Filipinas hasta Vanuatu.
Las especies conocidas de pulpos de anillos azules son cuatro: Hapalochlaena lunulata, Hapalochlaena maculosa, Hapalochlaena fasciata y Hapalochlaena nierstraszi.
(Tomado de Orbe)