Nombrada Ibirania parva, la especie resultó divulgada en la última semana por el paleontólogo Bruno Navarro.
Tal calificativo viene de la unión de los vocablos Ibirá, ciudad donde fue encontrado, Ania, que en griego significa peregrino, y parva, palabra en latín para pequeño.
El animal es un Titanosaurio de cinco a seis metros de largo, especie herbívora conocida por el cuello grande. Es considerado el primer «enano de las Américas».
G1 indica que el descubrimiento se derivó de un trabajo realizado desde la década de 1990 y publicado en una revista científica internacional el 15 de septiembre.
En entrevista con el sitio, Navarro, paleontólogo del Museo de Zoología de la Universidad de Sao Paulo, señaló que «desde 1999 comenzaron las colectas, año en que encontraron algunos fósiles de la nueva especie» y «el material del holotipo (individuo que lleva el nombre de la especie) fue descubierto por el profesor doctor Marcelo Adorna Fernandes, en 2005».
Viriato Antônio Lobo de Araújo, secretario de Turismo de Ibirá y voluntario de las excavaciones, fue responsable de localizarlo en Vila Ventura, donde se realizaron los trabajos.
El material encontrado por Adorna y Lobo de Aráujo sirvió como análisis en 2015 y «cuando recolectamos algún tipo de fósil, lo comparamos con sus similares. Si notamos algo diferente, vamos mirando más a fondo», contó el paleontólogo.
A partir de las labores, los investigadores percibieron que la nueva especie tenía algunas características anatómicas que se diferenciaban de las otras.
Una de ellas es que las estructuras del Ibirania parva presentaban una hiper pneumatización de su esqueleto axial, o sea, espacios huecos en las vértebras, preservando incluso restos de sacos aéreos, usados para control de la temperatura. Este tipo de estructura es similar a las aves y diferente a otros dinosaurios.
Además de ser comprobado que la especie era menor comparada con otros Titanosaurios, sorprendió al equipo la forma enana como la primera registrada en las Américas.
Como la región de Ibirá no tenía una relación con el mar, los investigadores quedaron motivados a entender cómo el ambiente de la época influyó en el tamaño de la especie.
Según Navarro, una de las primeras razones es que este reptil fósil tenía preferencia por una alimentación rastrera, como arbustos.
Además, en el período Cretácico, en el cual vivió el Ibirania parva, la región noroeste paulista estaba marcada por estaciones secas y prolongadas, además de un clima bastante árido. Fue este ambiente hostil el que seleccionó a los pequeños dinosaurios herbívoros.
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