Ubicado en Pinar del Río, la provincia ubicada más al oeste, el Valle tiene para sí un colorido que un amante de la naturaleza pudiera esperar de su visita a Cuba.
A simple vista, aparecen los mogotes repletos del verdor que inunda los sentidos, entrelazándose con el árbol nacional, la palma real.
Incrustados por esos parajes, se encuentran los sembradíos de tabaco, con la peculiaridad de tener un suelo químicamente perfecto para la hoja y un clima muy acorde con los resultados: la confección del puro habano, considerado el mejor del mundo.
El Valle de Viñales es uno de los sitios turísticos más conocidos de la Isla. Se trata de 132 kilómetros cuadrados de extensión integrante de la Sierra de los Órganos, en las Montañas de Guaniguanico.
Significa una complejidad geológica con predominio de rocas calizas, pizarras, esquistos y areniscas, y como complemento ideal, se encuentran las zonas cársicas, sus mogotes.
Este tipo de valle cuenta con un largo de aproximadamente 11 kilómetros y un ancho de cinco, y posee tres establecimientos hoteleros de reconocido prestigio: Hotel Los Jazmines, Hotel La Ermita y Hotel Rancho San Vicente (alojamiento de los asistentes a Turnat).
La descripción del Valle de Viñales jamás sería completa sin mencionar el tabaco, que por esa zona, perteneciente a Vuelta Abajo, se señala como la mejor capa.
Propiamente, Pinar del Río (10 mil 848 kilómetros cuadrados), tuvo a Nueva Filipinas, como apelativo original, dotado por los conquistadores españoles en 1774, y cuatro años más tarde se quedó con el nombre de la más antigua de las poblaciones del lugar, Pinar.
Por la autopista nacional se llega fácilmente en coche (dos horas), en un viaje que obliga siempre más al occidente rumbo a la Sierra del Rosario, con su Pan de Guajaibón, la montaña mayor de esa región con 699 metros sobre el nivel del mar.
Ya hacia el sur de la capital provincial, aparece la Meca del tabaco, las llanuras de San Juan y Martínez, con su visión de vegas, unas al sol otras tapadas, sobre todo las dedicadas a hojas de capa.
Como sello distintivo del lugar está el Mural de la Prehistoria, en el propio Valle, obra de hace más de 60 años del pintor cubano Leovigildo González (ya fallecido), que recrea las distintas etapas evolutivas de la humanidad, sobre una pared de uno de los mogotes.
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