Los uniformados asaltaron por segundo día el complejo religioso para proteger a centenares de judíos que visitaron el lugar con motivo de los festejos por el Año Nuevo de esa religión.
Televisoras árabes mostraron imágenes de cientos de israelíes mientras recorrían el recinto, escoltados por numerosos agentes, que reprimieron las manifestaciones de los palestinos presentes.
Las autoridades palestinas denunciaron esas acciones y reclamaron a la comunidad internacional presionar a Tel Aviv para ponerles fin.
Por su parte, la Liga Árabe condenó la operación al advertir que puede ser la chispa que prenda fuego a la región.
También la cancillería de Egipto denunció las violaciones al recinto religioso de los extremistas y colonos israelíes.
La imposición de restricciones al movimiento de los fieles palestinos y su realización de ritos religiosos, así como los continuos intentos de alterar el estatus legal e histórico de Jerusalén son contrarios el derecho internacional y una escalada peligrosa que socava las posibilidades de alcanzar la paz, afirmó.
El sitio sagrado es venerado tanto por musulmanes, que lo llaman El Noble Santuario, como por judíos, que lo conocen como el Monte del Templo.
Para los primeros porque en su interior está la mezquita de Al Aqsa, mientras para los segundos porque allí se construyeron sus dos templos bíblicos.
Según los acuerdos alcanzados hace décadas, a los judíos solo se les permite visitar el complejo, con numerosas condiciones, pero no rezar.
En julio del pasado año, el entonces primer ministro israelí, Naftali Bennett, afirmó que sus compatriotas tienen derecho a rezar allí, aunque días después su Gobierno reculó entre la ola de críticas.
La explanada forma parte de la ciudad vieja, ubicada en la parte oriental de la metrópoli, ocupada por el ejército de Israel durante la guerra de 1967.
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