Ambas entidades, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), recomiendan medidas para hacer frente a los riesgos para la salud mental, como la gran carga de trabajo, los comportamientos negativos y otros factores que generan angustia en los puestos de labor.
Las directrices también recomiendan mejores formas de atender las necesidades de los trabajadores con problemas de salud mental, proponen intervenciones que apoyen su reincorporación al trabajo y, en el caso de los que padecen problemas graves de salud mental, ofrecen intervenciones que facilitan la incorporación al empleo remunerado.
Es importante destacar que las líneas de trabajo piden intervenciones dirigidas a la protección de los trabajadores sanitarios, humanitarios y de emergencias. «Es hora de centrarse en el efecto perjudicial que el trabajo puede tener en nuestra salud mental», subrayó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
El bienestar del individuo es razón suficiente para actuar, pero una mala salud mental también puede tener un impacto debilitante en el rendimiento y la productividad de una persona, alertó.
Estas nuevas normas pueden ayudar a prevenir situaciones y culturas laborales negativas y ofrecer una protección, y un apoyo a la salud mental muy necesarios para los trabajadores, añadió.
El Informe Mundial de Salud Mental de la OMS, publicado en junio de 2022, mostró que de los mil millones de personas que vivían con un trastorno mental en 2019, el 15 por ciento de los adultos en edad de trabajar experimentaron un trastorno mental.
El trabajo amplifica problemas sociales más amplios que afectan negativamente a la salud mental, como la discriminación y la desigualdad. La intimidación y la violencia psicológica (también conocida como «mobbing») es una queja clave de acoso laboral que tiene un impacto negativo en la salud mental.
Sin embargo, hablar o revelar la salud mental sigue siendo un tabú en los entornos laborales de todo el mundo, destacó.
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