Tanto el líder laborista, Keir Starmer, como el vocero del Partido Nacional Escocés en el Parlamento, Ian Blackford, acusaron a Sunak en su primera comparecencia ante el Parlamento, de haber llegado a un acuerdo tras bambalinas con Braverman.
Según Starmer, con ese nombramiento, el flamante gobernante puso los intereses del partido por encima de los del país, mientras que Blackford comentó que Sunak negoció el cargo con la diputada, a cambio de que lo apoyara en las elecciones internas para escoger al sustituto de la dimitente primera ministra Liz Truss.
En su defensa, el primer ministro dijo que la funcionaria admitió que cometió un error de juicio al compartir documentos oficiales a través de su correo electrónico privado, pero que se sentía complacido de tenerla de nuevo en el Gobierno.
Al presentar su dimisión la semana pasada, Braverman deslizó algunas críticas a la gestión de Truss, quien renunció la semana pasada, tras apenas 45 días como primera ministra, debido al caos financiero y el rechazo generalizado que provocó su polémica rebaja de impuestos.
Durante el breve tiempo que sirvió en el gabinete de Truss, Braverman, hija de inmigrantes procedentes de África, prometió detener el flujo de migrantes irregulares a través del canal de La Mancha, e impulsar la aprobación de una ley en el Parlamento que dará mayores poderes a la Policía a la hora de lidiar con las protestas callejeras.
Según declaró en una ocasión, su sueño es ver en la portada del diario The Telegraph la foto de un avión que despega hacia Ruanda cargado de migrantes, en alusión al controvertido plan del Gobierno conservador de deportar a los solicitantes de asilo que entren al Reino Unido de forma ilegal.
Además de los laboristas e independentistas escoceses, los liberales demócratas también pidieron investigar la reinstalación en el cargo de una funcionaria que renunció por violar los protocolos de seguridad.
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