Desde hace más seis semanas la nación persa es sacudida por disturbios violentos, ciberataques, incursiones de grupos insurgentes en las fronteras, campañas mediáticas y nuevas sanciones de Occidente.
Las protestas desatadas el pasado 16 de septiembre tras la muerte de la joven Mahsa Amini, se convirtieron en el nuevo argumento de Estados Unidos y Occidente para intensificar acusaciones y recrudecer las medidas coercitivas contra el Gobierno.
Amini, de 22 años, fue detenida y conducida a una comisaría para participar en una clase de orientación sobre normas de vestimenta, el pasado 13 de septiembre por el uso incorrecto del hiyab (velo obligatorio para las mujeres en esta nación), donde sin causa aparente cae desmayada, según muestra un vídeo.
Inmediatamente después de su muerte una gran campaña promovida desde el exterior acusó a las fuerzas policiales de asesinato y explotaron las manifestaciones, ataques contra los agentes del orden y otras acciones violentas.
El Gobierno, por su parte, presentó un informe de la Organización de Medicina Forense donde revela que Amini padecía una enfermedad subyacente tras ser operada de un tumor cerebral, lo cual le provocó la pérdida repentina de la conciencia y su posterior fallecimiento.
Al respecto, el Líder Supremo, ayatolá Ali Jamenei, denunció que las protestas eran premeditadas y si no hubiera ocurrido ese hecho, igual buscarían otro pretexto para generar inseguridad.
Mientras, aseveraciones de la activista opositora iraní Masih Alinejad al diario The New Yorker la sitúan -según sus propias palabras- como la líder de ese movimiento con supuesto enfoque feminista liberador contra la hiyad.
Tras sus declaraciones, un reporte de la red informativa libanesa Al Mayadeen reveló su trayectoria como disidente y los probados vínculos con la administración estadounidense, la Agencia Central de Inteligencia y el Buró Federal de Investigaciones.
En medio de ese panorama las autoridades iraníes anunciaron la detención de una agente de la Dirección General de Seguridad Exterior, agencia de inteligencia exterior francesa, y su esposo; y la captura de 10 miembros de un red vinculada a la inteligencia israelí.
Mientras, el embajador de Reino Unido en Teherán, Simon Shercliff, fue convocado dos veces debido al apoyo de algunos funcionarios diplomáticos de su misión a los manifestantes y la atmósfera hostil generada en los medios de comunicación en lengua persa con sede en Londres.
Por otro lado, las grandes transnacionales de la comunicación muestran reportes de caos y usan el eufemístico término de «Revolución del velo», para denominar lo que a todas luces, según los expertos, se revela como un diseñado plan de subversión al mejor estilo del manual de Gene Sharp o las estrategias «feministas» de Open Society Foundations y George Soros.
Tras el ataque del miércoles, el ministro del Interior, Ahmad Vahidi, alertó que los enemigos de la nación persa están dirigiendo los disturbios en curso hacia un camino peligroso y advirtió que ese atentado es el ultimátum para quienes apoyan conspiraciones y boicots.
Por su parte, el presidente Seyed Ebrahim Raisi prometió que el atentado terrorista tendrá una respuesta de las instituciones judiciales y las fuerzas de seguridad. Analistas y altos funcionarios iraníes aseguran que la masacre de Shah Cheraq no es para nada un hecho aislado, ni casual, sino otro eslabón en el entramado conspirativo liderado por Estados Unidos e Israel con el apoyo de sus aliados europeos en un intento desesperado por derrocar al Gobierno, el cual tendrá sin dudas consecuencias para todos los involucrados.
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