Mangiarotti (1919-2012), especialista en las modalidades de florete y espada, participó en las citas bajo los cinco aros de 1936 a 1960 y de 1936 a 1958 en las del orbe (con paradas por la Segunda Guerra Mundial).
En su momento fue el practicante de cualquier disciplina con mayor número de preseas olímpicas, incluso por delante de Paavo Nurmi, el mítico Finlandés Volador, quien acumulaba 12. En su patria ahora apenas lo iguala en lauros en torneos del mundo Maria Valentina Vezzali, de la misma especialidad.
Como de casta le viene al galgo, su padre, Giuseppe, fue un esgrimista de prestigio internacional que había representado a Italia en los Juegos de Londres 1908 y se destacó por ser un maestro de armas que importó las variantes de la Escuela Francesa de este deporte.
Nadie mejor que el progenitor para impregnar tanta experiencia en sus hijos, Mario y Darío (también olímpico), a quienes aportó las enseñanzas en la Società del Giardino, considerada templo de la esgrima en Milán.
Como dato curioso, Giuseppe lo adiestró como zurdo, por lo cual al ser ambidiestro le permitía cambiar de guardia incluso dentro de la misma competición.
Se retiró de los pools en Roma 1960 pero no los abandonó, pues hasta 1972 (y ya desde 1949) ejerció para el periódico La Gazzetta dello Sport, a cargo de la columna de esgrima.
Múltiples fueron los honores rendidos a este excelso deportista, como el de 1998 al ser galardonado con la más alta distinción italiana, Caballero de la Gran Cruz.
De 1980 a 1984 había ocupado el cargo de secretario general de la Federación Internacional de Esgrima, en la cual también presidió el comité disciplinario.
Su legado fue enaltecido por su hija Carola, quien representó a su país en la propia especialidad en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 y Moscú 1980.
(Tomado del Semanario Orbe)