Después de dos años de restricciones por la pandemia de la Covid-19, el Día de Todos los Santos cobra aquí nuevamente su verdadera esencia, una reunión para compartir fundamentalmente entre familiares, pero también con los mejores amigos.
El centro de las celebraciones es el fiambre, un banquete exquisito, pero también muy singular y exótico, que solo se prepara para el 1 de noviembre.
Desde 2005 tiene la condición de Patrimonio Cultural Intangible de la nación y tanto su origen como preparación guardan disímiles leyendas y secretos en su hacer.
Este platillo es una especie de ensalada fría con mezcla de quesos, carnes, huevos y verduras curados en un caldillo muy especial.
Su receta consta de hasta 50 ingredientes diferentes, pero los chapines imponen los recortes necesarios que dicta el bolsillo sin perder su esencia y colores predominantes, blanco o rojo, este último por la remolacha.
La costumbre se remonta a unos 100 años después de la conquista española y simboliza la unión de la vida, por las verduras, y la muerte, por las carnes frías.
Surtido de embutidos de la cocina española y vegetales de la guatemalteca, es también una inequívoca muestra del mestizaje en el plano gastronómico, sin olvidar cierta influencia árabe por los quesos, aceitunas, alcaparras y otros aderezos.
Su preparación pudiera parecer simple a primera vista, pero lleva varios días de labores que involucran casi siempre a todos los miembros de la familia, en particular, a los más aventajados en la técnica del caldillo, una receta bien guardada por abuelas y bisabuelas.
Endulzan el banquete, postres como torrejas, jocotes (ciruela) y garbanzos en miel, preparados especialmente para cada 1 y 2 de noviembre.
Otro momento especial ocurre en los municipios de Sumpango y Santiago Sacatepéquez, que ven cubrirse sus cielos con barriletes de todos los tamaños en un Festival único, cargado de gran simbolismo para los guatemaltecos y centro de atracción para turistas.
Volar enormes cometas sobre las tumbas, es otra de las ofrendas que resumen sincretismo cada día de Todos los Santos en Guatemala.
Estas obras de arte, elaboradas con bambú y papel de seda y que pueden medir hasta 15 metros de diámetro, se preparan también con mucho tiempo de antelación y plasman momentos de la vida política, social y cultural del país.
De acuerdo con la cosmovisión maya, las almas de los antepasados son liberadas por 24 horas para volver a sus hogares y el lazo de comunicación son espectaculares barriletes.
Mantenerlos en el aire y a la mayor altura posible es el reto, pues en sus largas colas de tela tejida van notas o telegramas para los difuntos.
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