Por Alfredo Boada Mola
Corresponsal jefe en la India
La población de esa nación insular de 22 millones de habitantes protestó durante varias semanas por los prolongados cortes de electricidad y la carencia sin precedentes de gas, alimentos y otros productos básicos. La falta de divisas mantuvo a la isla surasiática en apuros para hacer frente al servicio de su abultada deuda externa de 51 mil millones de dólares, después que la pandemia de Covid-19 torpedeó los ingresos del turismo y las remesas provenientes del exterior.
Varios expertos responsabilizaron al gobierno del expresidente Gotabaya Rajapaksa por decisiones que contribuyeron a la crisis económica, al recortar impuestos, detener la importación de fertilizantes y las grandiosas inversiones en proyectos inútiles, que redujeron los ingresos, interrumpieron la producción agrícola y se sumaron a la carga de la deuda.
Con el colapso económico, la población de Sri Lanka sufrió en medio de la subida de precios galopante y las insoportables condiciones de vida, que llevaron a la gente a salir a las calles y manifestarse.
Miles de personas participaron en protestas pacíficas, que contaron con el apoyo de todos los sectores de la población, como profesores, estudiantes, empleados y sindicatos. La clase obrera desempeñó un papel importante en el movimiento popular y la coordinadora de los sindicatos convocó una huelga general en abril, en la cual participaron millones de personas.
Un siguiente paro de 24 horas contó con una mayor participación e incluyó a médicos, enfermeras y otros profesionales, para exigir la dimisión de Gotabaya y su gabinete.
El mandatario declaró dos veces el estado de emergencia e impuso el toque de queda, pero los manifestantes desafiaron esas medidas y los disturbios se saldaron con al menos nueve muertos, entre ellos dos policías, y más de 220 heridos.
Las protestas masivas y la agitación política en la isla surasiática obligaron a la renuncia del gabinete de Gotabaya Rajapaksa y luego de su hermano, el primer ministro Mahinda Rajapaksa, quien incluso se escondió en una base naval fuera de Colombo.
Después, el presidente Gotabaya Rajapaksa huyó del país en un avión militar hacia Maldivas, junto con su esposa y dos oficiales de seguridad, ante las protestas masivas persistentes contra su gobierno.
LEVANTAMIENTO POPULAR ARAGALAYA
La espiral de la crisis política y económica en Sri Lanka, la peor desde su independencia del colonialismo británico en 1948, originó el movimiento popular de protesta Aragalaya, que hizo colapsar al gobierno en solamente tres meses.
Una multitud invadió el palacio presidencial y precipitó la huida del mandatario, quien fue acusado por la mala gestión de la economía que llevó al país a una profunda falta de divisas, lo cual hizo imposible financiar las importaciones de productos básicos tambien debido a la subida de los precios, coincidentes con el inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania.
En una entrevista para la revista The International, Bimal Rathnayake, exparlamentario y miembro del partido de izquierda Janatha Vimukthi Peramuna (Frente de Liberación del Pueblo) señaló que Sri Lanka es un ejemplo de cómo el imperialismo puede destruir un país con sus políticas económicas depredadoras.
Rathnayake citó la privatización y desregulación incontroladas, prescritas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que condujeron al abandono de las industrias nacionales y la reorientación de la economía hacia el negocio de la importación-exportación, en contraposición a la producción gestionada para los mercados locales.
Las mismas prescripciones fomentaron la financiación de este modelo a través de enormes préstamos, lo cual permitió dar facilidades a los inversores extranjeros a costa de un rendimiento mínimo para la economía nacional y el agotamiento de las reservas de divisas.
También la situación se agravó por la flagrante incompetencia de las sucesivas administraciones gubernamentales, especialmente en materia económica.
A su vez, la pandemia de la Covid-19 y la presión adicional sobre la economía de Sri Lanka, por su dependencia de las importaciones, aceleraron la crisis.
En julio último, el Parlamento de Sri Lanka eligió a Ranil Wickremesinghe como nuevo presidente del país insular, la primera vez en 44 años en que la elección del jefe de Estado se realizó mediante el voto secreto de los 225 miembros del Legislativo.
Wickremesinghe fungirá como mandatario de Sri lanka durante el periodo restante del depuesto Gotabaya Rajapaksa, hasta noviembre de 2024.
SITUACIÓN SIGUE COMPLICADA
Uno de cada tres hogares de Sri Lanka (32 por ciento) sufre inseguridad alimentaria, reveló un informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la Organización de las Naciones Unidas, publicado recientemente.
De acuerdo con el reporte, el 68 por ciento de las familias esrilankesas recurre a estrategias de supervivencia basadas en comer menos de sus alimentos preferidos o reducir el número de comidas y el tamaño de las raciones.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) calcula que aproximadamente 2,3 millones de niños del país surasiático necesitan ayuda humanitaria, de los cuales 56 mil sufren desnutrición aguda grave.
Según una investigación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el PMA sobre el hambre para el período comprendido entre octubre de 2022 y enero de 2023, Sri Lanka figura como un «foco de gran preocupación».
La ONU advirtió que el número de personas necesitadas de ayuda humanitaria urgente se duplicó en Sri Lanka hasta alcanzar los 3,4 millones y también alertó que la tasa de pobreza en el país subió a 25,6 por ciento este año, frente al 13,1 por ciento de 2021.
«La inseguridad alimentaria en Sri Lanka aumentó drásticamente debido a dos temporadas consecutivas de malas cosechas, a la escasez de divisas y a la reducción del poder adquisitivo de los hogares», señaló.
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