La celebración pone cada año a prueba la creatividad de los fabricantes de piñatas y despierta controversias por daños al medio ambiente debido a la cantidad de humo y sustancias tóxicas que se desprenden.
El llamado ritual de purificación del espíritu y del hogar a través del fuego busca sacar la maldad que representa el personaje con cola y tridente como antesala de las fiestas navideñas y augurio de una entrada limpia al nuevo año.
Para este gran día, las piñateras venden una diversidad de «diablitos», cuya confección integra papel de china color negro y rojo junto al número 7 en el pecho.
Sin embargo, esta noche más allá de ver a las típicas figuras sucumbir entre las llamas, también varios funcionarios públicos fueron «quemados» en las reuniones familiares de los barrios al pie de las fogatas como muestra del descontento social.
Otras piñatas mostraron el ingenio chapín mediante el rechazo a la actual impunidad judicial, el alza de los precios de la canasta básica y del combustible.
Con el paso del tiempo, la celebración del 7 de diciembre se despojó de su significado puramente religioso y ahora responde más a purificar y sacar los malos espíritus de los hogares o deshacerse de lo viejo y dar paso a lo nuevo, una metáfora perfecta para sintetizar el deseo de las diversas organizaciones sociales que piden cambios profundos.
Pero la polémica también rodea la «Quema del Diablo», pues a veces en lugar de piñatas, se hacen fogatas con todo lo inservible de las casas como libros y papeles viejos, colchones, nylon y plásticos que contaminan el aire, sin olvidar el gran derroche de juegos pirotécnicos que anuncian la celebración justo a las 06:00 hora local.
Aun así, con gran monitoreo por parte de las autoridades municipales, bomberos, Cruz Roja y policías, los guatemaltecos no pasan por alto la fecha, más este 2022 que la Covid-19 dio un respiro y las familias se volvieron a juntar para disfrutar la ceremonia con sus diversas características en todo el país.
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