Según el diario The New York Times, esa cifra implicaría 45 mil millones por encima de lo que solicitó el presidente Joe Biden.
De recibir luz verde, el presupuesto del Pentágono habrá crecido un 4,3 por ciento anual en los dos últimos años -incluso después de la inflación-, frente a una media inferior al uno por ciento entre 2015 y 2021, indicó un análisis del Center for Strategic and Budgetary Assessments citado en el medio.
En ese sentido, el gasto en adquisiciones ascendería considerablemente en 2023, incluyendo un alza del 55 por ciento en la financiación del Ejército para comprar nuevos misiles y un aumento del 47 por ciento para la adquisición de armas.
Según Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional, la operación militar en Ucrania puso de manifiesto las deficiencias en la base industrial militar de la nación que debían abordarse para garantizar que Estados Unidos sea “capaz de apoyar a Kiev y hacer frente a contingencias en otras partes del mundo”.
Sin embargo, analistas advierten que en realidad, para conservar su propia hegemonía, Washington aviva tensiones en varios puntos del planeta, las cuales además resultan un negocio lucrativo para la industria armamentística norteamericana.
Mucho antes de comenzar las acciones bélicas en Europa del Este (febrero de este año), el diario Global Times alertó que detrás de todo están las intenciones de la Casa Blanca de satisfacer el apetito voraz de su complejo militar-industrial, que es el que más gana con una guerra.
Estados Unidos comprometió alrededor de 19 mil 300 millones de dólares en armamento desde el comienzo de la operación militar en Ucrania.
Los continuos envíos de artefactos letales por parte de este país norteño, además de alargar el conflicto, desconocen los constantes llamados de diversos sectores en pos de encontrar una salida negociada que ponga fin a la conflagración.
El Quincy Institute for Responsible Statecraft señaló que la facilitación de armas a Ucrania, sin una estrategia diplomática para poner fin al conflicto con Rusia, corre el riesgo de alargar el diferendo, acrecentar el sufrimiento humanitario, o incluso escalar a una confrontación directa entre Washington y Moscú.
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