El ritual denominado Joya no kane figura entre las celebraciones niponas más importantes de fin de año. Según la creencia, quienes escuchan las campanadas inician una nueva etapa de sus vidas limpios de malos sentimientos que nublan el juicio, provocan sufrimiento y se manifiestan de forma negativa.
El 108 es un número peculiar al cual le atribuyen propiedades espirituales, míticas, religiosas y astrológicas. En el caso del budismo,es resultado de un rejuego matemático (3x6x2x3=108).
La fórmula representa la multiplicación de las tres experiencias sensoriales (buena, mala, neutral) por los seis sentidos de acuerdo con el budismo (tacto, gusto, olfato, visión, audición y conciencia), por la aversión y el deseo hacia las mencionadas experiencias y por los tres tipos de incidentes de aversión y deseo (pasados, futuros y presentes).
Expiar de nuestras mentes las 108 impurezas terrenales resulta un paso necesario para avanzar en el camino a la iluminación o el nirvana. Desde la cultura popular japonesa, esta filosofía budista se traduce como olvidar los pesares, las amarguras preocupaciones del año que termina, con el objetivo de recibir el próximo ciclo cargado de positividad.
La antigua tradición abarca la visita a templos e incluso a santuarios sintoístaspara participar en otros rituales de purificación. Las personas congregadas en estos lugares sagrados suelen rezar o bañarse en el humo sanador alrededor de los quemadores de inciensos.
El Joya no kane marca el fin del Omisoka (Noche Vieja), celebración que agrupa a familiares y amigos como ocurre en otras partes del mundo. La diferencia radica en las costumbres intrínsecas de la fecha en Japón.
Cada vez está más cerca ese momento especial de campanas que suenan al golpe del madero. Espiritualidad compartida entre seres queridos, autorreflexión y despojo, energías positivas y fiesta popular convertida en idiosincrasia por los habitantes del país del Sol naciente.
(Tomado de Orbe)