Dicen los entendidos que la milonga fue el primero cual género folclórico en esta zona del inmenso río de la Plata, que desde la orilla de Montevideo parece un mar.
El vocablo alude a un género musical rioplatense, aunque la palabra proviene de África, de un término bantú que puede traducirse como “palabreo”.
Dicen que nació en la década de 1870 en Uruguay, en los estratos más populares, ciudadelas, bares, sobre todo en la zona del puerto de Montevideo, con el aporte de inmigrantes europeos y africanos.
La milonga suena a tres golpes por compás y se desarrolló a partir de la payada, semejante al contrapunteo de la música campesina cubana, mientras que el tango lo hace a dos. Las letras de la primera son más pícaras y el ritmo más ligero y divertido, rústico y humorístico, aunque también se sufre con ellas.
Con el tiempo se definieron dos variables, la folclórica, que se reedita en zonas rurales, y la ciudadana, que se impuso en la música popular de la región y forma parte indisoluble de la cultura gauchesca, afrouruguaya y afroargentina. Es frecuente escucharla en carnavales, en particular el de Montevideo.
El musicólogo uruguayo Lauro Ayestarán recorrió durante más de dos décadas la geografía nacional para documentar registros sonoros, visuales y testimoniales del folclor.
De ese periplo se trajo el tema Alborada criolla, grabada por los payadores Alberto Moreno (canto y guitarra) y Héctor Abriola (guitarra) en el departamento de Rocha. Para el especialista resulta antológica en cuanto a la rima, en un recorrido de versos que menciona a la fauna nativa y describe paisajes del campo.
Uno de sus cultores emblemáticos fue Alfredo Zitarrosa, de los cantores uruguayos más conocidos y que llevó la milonga a otras tierras, incluido México, donde vivió exiliado en época de la dictadura.
Y si de baile se trata, aquí va cómo se ejecuta: baldosa o salida de espalda en seis tiempos, progresivo en cuatro tiempos, progresivo con contratiempo, caminada en tres tiempos, balanceo, otro balanceo, pero cruzado, luego zigzag y termina en puntillas.
Pero no es tan complicado si la degustas y bailas en las noches montevideanas en locales como El Chamuyo, La Clandestina o El Milongón.
(Tomado de Cuarta Pared, suplemento cultural de Orbe)