La nación levantina celebró el pasado 15 de mayo los comicios parlamentarios, a la luz de una deuda política y social sin precedentes: las manifestaciones en otoño de 2019, el enfrentamiento a la pandemia de la Covid-19 y la explosión en el Puerto de Beirut en agosto de 2020.
Un total de 718 candidatos en 103 listas electorales compitieron por el unicameral órgano legislativo de 128 escaños que está dividida a partes iguales entre cristianos y musulmanes.
En tres jornadas los libaneses refrendaron su derecho constitucional, ante el voto previo de los empleados electorales y los residentes en el exterior, quienes acudieron a las urnas por segunda vez en la historia en alrededor de 58 países.
Dos semanas después, el diputado Nabih Berri recibió el respaldo de la mayoría legislativa para su reelección como titular del órgano, en su séptimo mandato ininterrumpido desde 1992.
Para la mayoría de los analistas de la situación de Líbano y el Medio Oriente, el líder del movimiento Amal es considerado un apoyo político dentro del Estado al establecer un equilibrio para la comunidad chiita en términos de representación.
Concluido el proceso de organización interna del Parlamento y amparado en la Constitución, el mandatario Michel Aoun llamó al Palacio de Baabda a los diputados para nombrar al nuevo primer ministro.
De estas consultas efectuadas el 23 de junio salió reelecto Najib Miqati quien no pudo formar gabinete y hasta la próxima elección del presidente de la República su Consejo de Ministro trabaja de manera interina con limitados poderes constitucionales.
La noche del 31 de octubre marcó un giro en la política interna libanesa, pues con el fin de mandato de Michel Aoun al frente del Estado la nación entró en su cuarto vacío de poder después de la independencia.
Tras 10 sesiones parlamentarias, ningún candidato logró la mayoría requerida de 65 votos y la negativa al diálogo de algunas fuerzas políticas obstaculiza la designación consensuada del próximo mandatario.
Líbano reconoce 18 confesiones de fe y el pacto nacional para la independencia de Francia en 1943 estableció que el presidente de la República debe ser cristiano maronita, el primer ministro musulmán sunita y el titular del parlamento chiita, y así sucesivamente con los otros cargos.
Sin embargo, el acuerdo de Taif de 1989, que puso fin a la guerra civil libanesa (1975-1990), estableció una fórmula de reparto del poder basada en cuotas que otorga a cada una de las grandes comunidades religiosas (musulmana y cristiana) 64 puestos en el Parlamento.
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