Por Luis Manuel Arce Isaac
Corresponsal jefe en México
El 2022 fue crucial para el devenir, pues se trata del año en que el país cerró las heridas de 2020 y 2021 por una terrible pandemia que dejó más de un tercio de millón de muertos y una parálisis económica que hubiera hecho mayores estragos de no existir la unidad nacional creada personalmente por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
México fue uno de los países más azotados por la Covid-19 pues se llegó a saturar todo el sistema de salud, no solamente la capacidad de hospitales y centros sanitarios, sino la infraestructura total, al extremo de debió implementar un plan urgente para traer médicos del exterior por la falta de galenos, en particular especialistas, y detener la espiral de muertos.
Al mismo tiempo, la crisis económica mundial ya existente se incrementó y en México se paralizó virtualmente el sector productivo y de servicios, y el desempleo entró en la crisis más profunda en muchos años.
Tuvo la pérdida de más de un millón 200 mil empleos formales de trabajadores inscritos en el Instituto Mexicano de Seguridad Social, mientras que el informal bajó a niveles desastrosos.
Hubo incluso que implementar comedores populares con la contribución de organizaciones civiles sociales e iglesias de numerosas congregaciones, con lo cual se pudo paliar en algo la situación.
PRESIONES DE LA OPOSICIÓN
En ese dramático cuadro, la oposición presionó al máximo para bloquear las soluciones que procuraba el gobierno, al cual le exigió abandonar los programas de bienestar social e implementar planes fondomonetaristas de salvataje del gran capital, como se hacía en épocas del neoliberalismo, pero el gobierno no accedió.
Para disgusto del conservadurismo, López Obrador hizo todo lo contrario: no endeudó al país y los recursos disponibles los dedicó a salvar al pueblo, aumentar subsidios y becas, estimular el envío de remesas del exterior y reforzar la austeridad republicana junto con la batalla contra la corrupción.
Fue un acierto muy importante la subvención a la gasolina y combustibles para ralentizar la inflación inevitable y evitar mayores daños, aún cuando llegó en su cenit a 8,8 por ciento del Producto Interno Bruto y hasta la tortilla de maíz, omnipresente en la dieta diaria popular, aumentó de precio.
Pero el temporal fue capeado, y minimizada la enorme campaña mediática de la oposición que gastó casi toda su pólvora inútilmente tratando de sacar provecho político de esa situación.
La contratación de médicos desde el exterior, incluidos cubanos, fue blanco preferido de los partidos de oposición, pero se dieron de narices por la importante aceptación popular de los galenos y sus rápidos e importantes resultados en un nuevo sistema de salud y atención médica primaria y hospitalaria gratuito con garantías de calidad jamás vista en el país.
HACIA LA CAMPAÑA ELECTORAL
Realmente 2022 fue un año de mucho avance y de preparación para 2023, que será de campaña electoral y de mucha fuerza política, en el cual la oposición está obligada a alianzas -incluso desnaturalizadas como las de los partidos Acción Nacional (ultraconservador y antinacionalista) con los Revolucionario Institucional y Revolucionario Democrático cuyas raíces fundacionales son extremadamente diferentes.
Sin embargo, para Morena también es clave, pues las discrepancias internas soterradas -que a veces asoman a la superficie- tienen que ser atajadas para que no se rompan los equilibrios internos en favor de los conservadores.
Por tanto, 2023 no solamente deberá ser mejor que 2022 en materia económica y social, sino que siente las bases estructurales para una durabilidad del programa de la IV Transformación hasta que pueda consolidarse como sistema político-social y económico dentro de la definición del Humanismo Mexicano proclamado ya por López Obrador.
Es allí donde deberán probarse en 2023 los partidos de la coalición oficialista Juntos Haremos Historia que lidera Morena, y procurar que cualquiera de los candidatos que sustituya a López Obrador garantice la continuidad de la IV Transformación.
arb/lma