A primera vista ni siquiera parece un espacio ocupado por el agua, debido a lo que aparentemente son decenas de lunares de diferentes colores.
Las motas en forma circular que lo distinguen—acotan los expertos—se deben a la evaporación del líquido, que cuando se volatiliza favorece la cristalización de los minerales en la superficie, creando de ese modo pequeños pozos.
La gama cromática varía acorde con la composición del agua y puede ofrecer lo mismo tonos amarillos y verdes, que plateado y azul celeste, entre otros.
Para ser exactos, esto ocurre en verano, cuando el agua se evapora y el fondo lacustre queda a la vista con una serie de pozas diseminadas y separadas por bordes blanquecinos.
Hay hasta 16 diferentes minerales como calcio, titanio y plata, más sulfatos de sodio y sales de magnesio que cristalizan con una alta alcalinidad y generan las manchas redondas multicolores.
Del lugar se extraía durante la Primera Guerra Mundial una tonelada diaria de materias primas destinadas a la fabricación de municiones.
Actualmente, el lago es propiedad de las poblaciones nativas de la zona, que lo consideran un sitio sagrado porque su barro ha sido utilizado con fines terapéuticos.
Algunas leyendas sostienen que tal era la devoción por el Kliluk y el convencimiento de sus propiedades curativas que, durante una batalla entre tribus rivales, se estableció una tregua para que ambos bandos pudiesen atender y sanar a sus heridos allí.
Con sus 15 hectáreas de extensión, está considerado el lago más mineralizado del planeta y se pueden llegar a contar en él hasta 365 pozas.
Durante el verano puede secarse casi por completo, pero todo cambia con el invierno, cuando un manto de nieve lo cubre en su totalidad.
A lo largo de la historia ha recibido diferentes epítetos, entre ellos lago moteado, manchado, de lunares y multicolor.
(Tomado de Orbe)
