Sin la popularidad y la opulencia de antaño, el lugar aglutina lo más heterogéneo en cuanto a confesiones de fe y a pesar del impacto de la crisis económica constituye aún hoy referente de la vida intelectual y cultural de la ciudad y la nación levantina.
Desde la calle Kantari hasta Sadat, Hamra representa uno de los principales centros económicos y diplomáticos de la ciudad como sede de los ministerios de Economía, Información y Turismo, el Banco Central y las primeras grandes cadenas internacionales.
En su condición de puente para conectar con la cultura de otras partes del mundo, el céntrico reparto en la municipalidad de Beirut refleja a través del sabor y la autenticidad, las tradiciones culinarias libanesa y mundial.
Los llamados cafés de acera, famosos en las décadas del 60 y 70 del siglo anterior, intentan recuperar su nivel de convocatoria, las ferias de artesanía muestran al visitante la cultura árabe y en las noches sus bares y cabarés permiten el goce y el disfrute.
Entre sus locaciones sobresalen cines-teatros como Hamra, Saroulla, Versalles, Concord y Picadelly, para exhibir lo polémico, revolucionario y novedoso en relación con lo escénico y la gran pantalla libanesa y regional.
La prensa de décadas pasadas reflejó los paseos por sus avenidas de estrellas internacionales como Fayrouz (Nouhad Haddad), Abdel-Halim Hafez, Farid el-Atrash y el poeta romántico sirio Nizar Qabbani, quienes ejemplifican el glamour de una época cosmopolita, atractivo para turistas de la región, europeos y de América.
Un gigante mural en uno de los costados de sus edificios inmortaliza la impronta de la cantante y actriz Sabah Fighali (1927-2014), considerada entre los grandes íconos del arte nacional y del mundo árabe.
Hamra atestigua páginas de la historia de resistencia y lucha de Líbano al ser escenario de una de las primeras operaciones militares contra Israel durante la invasión de 1982 y los enfrentamientos en la guerra civil entre 1975-1990.
En el presente, el corazón de Beirut no late igual, algunas de sus tiendas, negocios y restaurantes cerraron, refugiados sirios mendigan en las aceras, la basura crece en las esquinas y la falta de electricidad refleja la oscuridad del peor colapso de Líbano en su época moderna.
oda/yma