Estados Unidos a todas luces logró su objetivo de llevar a los europeos a planificar gruesos presupuestos de defensa que, en opinión de expertos, los alejan de su práctica, hasta ahora beneficiosa, de ser un centro de producción de bienes.
La primera etapa pareció remontarse a la época del ahora expresidente Donald Trump, quien en todo momento vendió la idea al Viejo Continente de que el suministro de gas y petróleo ruso a Europa constituía una amenaza para su seguridad energética.
Finalmente, el propósito se logró en época del mandatario John Biden, es decir, llevar a Europa a renunciar a la compra de petróleo y gas a Rusia, para permitir la entrada en el jugoso mercado europeo de las empresas norteamericanas de esquisto.
Con ello, además, Washington eliminaba en gran medida uno de los secretos de la magia de la competencia económica de la Unión Europea de las últimas décadas, aunque no el único, de contar con energéticos baratos rusos, lo que la hacía un serio competidor en el mercado.
Luego vino otro golpe donde más duele a Europa: el renglón de la economía verde. Con el propósito de su puesta en práctica, las naciones de la región debieron, en plena salida de la pandemia de Covid-19, reducir drásticamente el uso de sus combustibles fósiles.
Tal práctica fue el disparo de arrancada de la subida de precios de los combustibles en el Viejo Continente, antes de que el presidente Vladimir Putin ordenara el inicio de una operación militar en Ucrania, el 24 de febrero del pasado año.
Las sanciones aplicadas contra Rusia por Occidente, incluido el boicot a la compra de su petróleo y gas, catalizaron el alza energética y la consiguiente inflación europea, opinan expertos.
Pero desde Estados Unidos llegó la sorpresa: una enmienda que concedió un fondo multimillonario para favorecer a empresas foráneas, léase europeas, relacionadas con energías renovables y la producción de autos eléctricos que alienta su traslado al país norteño.
Una tercera etapa viene con la consolidación de la teoría de una supuesta amenaza para Europa de una agresión rusa que lleva a las naciones de la región a justificar un incremento inusitado de sus gastos de Defensa.
Ello no solo incluiría la compra de más armamentos a Estados Unidos para sustituir equipos bélicos suministrados a Ucrania, sino también el aumento del presupuesto para la industria militar doméstica como la de Alemania.
La discusión en torno al envío de tanques germanos Leopard-2 a Ucrania se convirtió en un dilema europeo que todo indica derivará en más gastos bélicos, mientras que Estados Unidos también parece esperar más dividendos del mencionado conflicto.
De acuerdo con el portal Barron´s, solo las empresa estadounidense General Dynamics, encargada de fabricar los tanques Abrams M1, registró ventas en 2022 por siete mil 300 millones de dólares, de un total de ingresos de 39 mil 407 millones de esa moneda.
El portal digital El Economista afirma que tras el anuncio de Biden de suministrar 31 Abrams a Kiev, las acciones de General Dynamics crecieron en un 0,76 por ciento en Wall Street, para situarse en 228,01 dólares cada una.
Para Jacobo Rodríguez, encargado del análisis en la firma Black WallStreet Capital, mientras continúe la confrontación en Ucrania, cabe la posibilidad de un incremento de los ingresos por parte de las compañías de la industria militar.
El presidente Vladimir Putin planteó ante la Asamblea Federal de Rusia que Occidente suministró armamentos a Ucrania por valor de unos 150 mil millones de dólares, tras el inicio de las hostilidades.
De hecho, el pasado año las 10 mayores empresas de armamentos en el orbe aumentaron su valor en 18,1 por ciento respecto a 2021 al pasar de una cotización de 539 mil 549 millones de dólares a 637 mil 100 millones, destaca el diario La Jornada.
Algunos países europeos como Alemania ya hablan seriamente de reducir sus gastos en asuntos vinculados a las energías renovables para redirigir ese dinero a menesteres vinculados a la defensa.
Europa, en medio de la crisis socioeconómica que genera el efecto bumerán de las sanciones a Rusia, se enfrasca en un visible aumento de gastos bélicos, cuando el conflicto en Ucrania amenaza cada vez más con salirse de sus fronteras, estiman expertos.
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