Se trata de una enfermedad parasitaria causada por gusanos muy pequeños que pueden provocar lesiones cutáneas y oculares, incluida la ceguera irreversible.
Es transmitida por la picadura de moscas negras infectadas que se crían a lo largo de ríos y arroyos de corriente rápida cercanos a aldeas rurales remotas, razón por la que también es llamada ceguera de los ríos.
Aunque no hay vacuna para prevenir la infección, el tratamiento con el antiparasitario ivermectina cada seis meses durante un periodo de 12 a 15 años puede ayudar a detener su transmisión.
Tras décadas de acción concertada impulsada por la OPS y sus socios, la región de las Américas logró eliminar en gran medida la enfermedad, y sólo queda transmisión local en algunas zonas del Amazonas.
En la década de 1990 del pasado siglo este padecimiento era endémico en seis países de las Américas y alrededor de 540 mil personas corrían el riesgo de contraer la enfermedad.
Entre 2013 y 2016 Colombia, Ecuador, México y Guatemala lograron eliminar la oncocercosis.
Los esfuerzos se centran ahora en las zonas amazónicas restantes, donde la dispersión y la movilidad de la población plantean el mayor desafío.
Actualmente, los expertos calculan que 28 mil personas de la población indígena yanomami, que vive en la frontera amazónica entre Brasil y Venezuela, están afectadas por la ceguera de los ríos.
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