Para entonces, 1996, Juliette Binoche simplemente hacía justicia temprana a una brillante carrera en cierne. De la mano del director británico Anthony Minghella (ya fallecido) y al lado de Ralph Fiennes en el melodrama bélico, su nombre nos acompañaría en la andadura del séptimo arte.
Acaba de recibir el Goya Internacional en Sevilla, en reconocimiento a su intachable trayectoria y, con altura, atesoró su instante de gloria junto con el homenaje al recién desaparecido cineasta español Carlos Saura.
Nunca filmó con Saura, pero supo de la impronta de uno de los cuatro grandes del celuloide en España y se dio el lujo de tararear la canción Porque te vas, tema de la película Cría cuervos, del excelso realizador también de Mamá cumple cien años, ¡Ay Carmela! y Amor brujo, entre muchas.
“Este Goya Internacional lo siento como un premio a mi fuego y mi energía interior, que me impulsa a dedicarme a esto y tiene que ver con mi necesidad de compartir una historia de transformación con otras personas, compartir ese amor y esa esperanza que recibimos del público y que queremos dar”, dijo Binoche en estos días.
Formada en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, nació en París en 1964 y es hija de intérpretes. Debutó en la filmografía anglosajona en 1996 con El paciente inglés y desde entonces trabaja con un pie la europea independiente y otro en producciones comerciales.
En toda su trayectoria, ha recibido, además del Óscar como mejor actriz de reparto, el Premio César, el Oso de Plata la Palma de Cannes, la Copa Volpi, Donostia del Festival de San Sebastián y tres galardones del Cine Europeo.
EL GOYA Y OTROS MILAGROS
Emocionada, admitió que el Goya Internacional, el segundo que se concede tras el anterior a la australiana Cate Blanchet, es muy relevante “porque viene del país de todos esos artistas españoles que me han inspirado, no solo Goya, también Gaudí, Velázquez, Lorca, Cervantes…”.
Solícita con los medios, no se guardó ningún secreto de su filosofía de vida relacionada con el celuloide:
“Si una película no te cambia, es que es un error. Mis agentes en Estados Unidos me decían que hiciera tal película comercial para luego poder hacer las que a mí me gustaban, como si fuera un regateo, ese sistema no funciona para mí”.
“Cada escena y cada toma hay que hacerla como si fuera la primera y la última porque, en caso contrario, no es arte y no es una expresión de ti misma. Tienes que ser humilde delante de una cámara, si no las emociones no surgen”.
El resumen lacónico de su trabajo descuella en su filmografía, que no esconde a su entrañable paciente inglés, aunque es más abarcadora:
Mala sangre, La insoportable levedad del ser, Los amantes del Pont-Neuf, Herida, Tres colores: Azul, Código desconocido, Chocolate, Caché, El vuelo del globo rojo, Copia certificada, Cosmópolis, Camille Claudel 1915, Words and Pictures, TheSon of No One, París, je t aime, Cosmpolis, entre muchas otras.
(Tomado de Cuarta Pared, Suplemento Cultural de Orbe)