En Estados Unidos, por ejemplo, cualquier noticia favorable a Rusia es perseguida y acorralada como una herejía, bajo el poco transparente argumento de que con ello se asume una posición a favor del gobierno del presidente Vladimir Putin.
Al principio solo era demonizado el tema político en el caso de Rusia, pero ahora llega a todos los ámbitos: el económico sobre todo, pero también el cultural y el deportivo.
El afán por situar a los medios rusos como meros hacedores de propaganda comenzó mucho antes de la operación militar que Putin ordenó iniciar en Ucrania el 24 de febrero de 2022, para proteger la población de la zona sublevada del Donbass.
Ahora, en su décimo paquete de medidas punitivas unilaterales contra Rusia, la UE acaba de prohibir en Europa las transmisiones de la cadena Russia Today y la difusión de la agencia Sputnik en sus servicios en idioma árabe.
Observadores consideran que, en su intento por cerrar cualquier posibilidad de una opinión alternativa, Occidente, lejos de reconocer una total coartación de la libertad de prensa, prefiere denunciar una supuesta propaganda.
Quienes hablan en esos términos parecen olvidar el papel crucial de acompañamiento o adelanto en el acomodo de la opinión pública en Estados Unidos y fuera de ese país que juegan los estudios de Hollywood con muchos de sus filmes.
Tampoco nadie quiere hablar de la preparación artillera con fake news que realiza la agencia estatal norteamericana USAID contra Rusia y otros gobiernos como Siria, Cuba o Venezuela, por ejemplo.
Europa, por otro lado, arremete contra el servicio en árabe de medios rusos, algo que en apariencia parecería alejado del conflicto en Ucrania, pero más bien cercano a las consecuencias de las sanciones de Occidente contra Moscú por su papel en la confrontación.
Más de 11 mil medidas punitivas aplicaron países como Estados Unidos, Canadá, Japón y Australia, así como la UE, mucho antes de comenzar la operación en Ucrania.
Ello incluyó un boicot escalonado a la compra de gas y petróleo rusos, de lo cual se excluyen aún los suministros por oleoductos.
Rusia exportó en su momento el 27 por ciento del crudo y casi el 40 del gas consumido por Europa, este último enviado por gasoductos.
En aras de aumentar el volumen de los suministros de gas ruso a Europa se construyeron los gasoductos Nord Stream I y Nord Stream II, más allá del sistema de ductos Soyuz que pasa por Ucrania.
Moscú destaca las denuncias de que Estados Unidos dinamitó ambos gasoductos el pasado año y dejó así a Europa sin gran parte del gas comercializado por Rusia.
Ello llevó a los europeos a buscar vías alternas, además de las empresas estadounidenses de esquisto, con sus altos precios y continuos incumplimientos de las entregas de gas.
Una de las alternativas serias en la esfera energética lo constituyen países como Arabia Saudita o Qatar, donde, a contrapelo de esperanzas de Occidente, se registra una mejora sustancial de las relaciones con Rusia.
Lo transmitido en árabe por RT y Sputnik sobre la lucha del gobierno sirio contra el terrorismo o las buenas relaciones económicas de Rusia con Arabia Saudita, Emiratos Árabes o Qatar, para nada ayuda a enrarecer esos nexos, tal y como lo desea Occidente.
Pero quienes organizan la inquisición de «propagandistas», parecen hacerlo solo porque sienten una reducción de efectos de la suya, en un mundo donde no solo la pretendida hegemonía política de Occidente, sino la mediática, enfrenta serios problemas para imponerse.
ro/to