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Preguntas de un(a) trabajador(a) que lee

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Ciudad de Guatemala (Prensa Latina) El ideario comunista sigue absolutamente vigente, igual que hace siglo y medio cuando nació.

Marcelo Colussi*, colaborador de Prensa Latina

No habría motivo para que desaparezca, pues lo que lo puso en marcha es la injusticia estructural del modo de producción capitalista. Eso no ha desaparecido; por el contrario, luego del retroceso sufrido en la Unión Soviética con su desintegración y el paso al capitalismo, y la implementación de mecanismos de mercado en China, la derecha augura larga vida a la sociedad actual (globalizada desde el neoliberalismo imperante, con un Norte próspero y un Sur empobrecido) y el fin de la “utopía” socialista.

Es cierto que las primeras experiencias socialistas del mundo (Rusia, China, Cuba), que no “fracasaron” como quiere la ideología de derecha, abren preguntas: la construcción del socialismo obliga a repensar muchas cosas. De todos modos, es innegable que el sistema socialista logró cosas que el capitalismo no puede obtener nunca (“En el mundo existen 200 millones de niños de la calle. Ninguno vive en Cuba”, expresó Fidel Castro).

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“No se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva.” Carlos Marx

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Hoy, tercera década del siglo XXI, cuando el mundo podría entrar en una fase de holocausto nuclear con tres potencias que se enfrentan por la supremacía planetaria, las propuestas populares de revolución socialista obrero-campesina parecen “trasnochadas”.

¡Pero no lo son! Sucede que el campo popular, las izquierdas, no encontramos los caminos para incidir revolucionariamente en pos de transformar la actual sociedad capitalista. El sistema, sin ningún lugar a duda, supo encontrar muy bien los antídotos para demorar- nunca impedir- la revolución popular. Los progresismos a los que asistimos hoy son la expresión máxima de la izquierda; en realidad, son capitalismos “con rostro humano”, no más que eso. La revolución socialista es otra cosa: es la construcción de una sociedad nueva, donde se buscaría superar todas las injusticias: económicas, de género, étnicas. Pero la tozuda realidad muestra que hoy esa posibilidad pareciera muy lejana.

Remedando de algún modo las interrogantes que se hacía Bertolt Brecht en su poesía ya histórica, un clásico del pensamiento crítico: “Preguntas de un trabajador que lee” (Fragen eines lesenden Arbeiters), presentamos aquí algunos interrogantes surgidos en grupos de estudios marxistas con jóvenes. Vale la pena intentar responderlos.

1.- ¿Une el comunismo todas las causas de luchas? (mujeres, diversidad sexual, ambiente, pueblos originarios…).

Sí, sin dudas. Los ideales que alientan las prácticas políticas revolucionarias llamadas “marxismo”, o “materialismo histórico”, o indistintamente “socialismo” o “comunismo”, pueden resumirse en estas cinco líneas fundamentales que vertebran las luchas populares: 1) lucha contra la explotación económica (la lucha de clases), 2) lucha contra el racismo, 3) lucha contra el patriarcado, 4) lucha contra la catástrofe ecológica generada por el capitalismo consumista y depredador y 5) lucha contra el imperialismo, fase superior del capitalismo (que puede llevarnos a la guerra nuclear entre potencias, con lo que llegaríamos a la extinción de la humanidad completa).

No puede haber liberación real, emancipación verdadera y sostenible si no se abordan al mismo tiempo y articuladamente todas estas injusticias. Revolución Socialista es sinónimo de combate sin cuartel contra todas las asimetrías que pueblan la sociedad. Las luchas parciales, tan “a la moda” últimamente a partir de la aparición de las propuestas neoliberales (con financiamientos de la llamada cooperación internacional, que es siempre capitalista), tienen algo de peligroso, pues ayudan a desunir (grupitos separados por aquí y por allá) en vez de aunar fuerzas. El comunismo busca la superación simultánea de toda forma de opresión.

2.- ¿Ofrece el comunismo alternativas de organización para las nuevas formas de trabajo en la juventud? (Call centers, youtubers, influencers, personal shoppers, uberistas, home office…).

Evidentemente no, tal como se ha hecho hasta ahora. El capitalismo, con cinco siglos de experiencia en el oficio de explotar, y con mucho, muchísimo que perder (nosotras/os como pueblo trabajador solo tenemos por perder las cadenas que nos oprimen), con muchas mañas bien aprendidas, supo salir adelante hasta ahora, estando cada vez más sólido. En la actualidad, aunque no lo es, pareciera indestructible. Ya pasó numerosas crisis económicas, guerras mundiales, interminables protestas populares, varias revoluciones socialistas, pandemias, etc., etc., y se las ingenia para continuar explotándonos y amordazándonos.

Las nuevas modalidades de trabajo impiden la organización popular, los sindicatos (se populariza el teletrabajo, los nómadas digitales). Más aún: la actual ideología neoliberal ha entronizado el individualismo, el “sálvese quien pueda”, el premio al “ganador” que supo triunfar y ser exitoso, relegando al “loser” que “no sabe progresar”.

Ante todo ese avance fabuloso de la cultura-ideología de derecha, consumista y hedonista, de momento no tenemos una clara respuesta. Por eso hay que construir alternativas. Si hoy las redes sociales y el ámbito digital son el campo donde se va “viviendo” cada vez más, habrá que desarrollar allí la lucha. ¿Qué debemos hacer? ¿Promover hackers? ¿Eso es la lucha revolucionaria hoy día? ¿Aprovechar las redes sociales para llevar un mensaje alternativo? El desafío está abierto y somos nosotras/os quienes debemos dar las respuestas, no para acomodarnos acríticamente a la realidad, sino para cambiarla (“Crítica implacable de todo lo existente”, pedía Marx).

3.- ¿Cómo coloquializar el discurso científico marxista para poder hacerlo de acceso popular y con esto renovar (revivir) y ampliar su aceptación y militancia?

Ahí está el reto que nos convoca: ¿cómo generar un discurso “que entre” para la juventud, que sea atractivo sin perder la rigurosidad de los postulados del materialismo histórico, ante poblaciones crecientemente desacostumbradas a la lectura, menos aún al pensamiento crítico, centradas cada vez más en el mensaje audiovisual? Sin dudas, tenemos por delante un gran desafío: hacer más popular y llamativo las consignas revolucionarias para amplios sectores populares, junto a la organización/concientización de las bases, que es la tarea primordial como comunistas. Recordemos siempre que, como dijera Lenin, “La revolución no se hace; se organiza”. En este ámbito, de momento la derecha, con el manejo de las TIC’s (medios masivos de comunicación, redes sociales, etc.), nos lleva ampliamente la delantera. Habrá que seguir dando esta vital lucha ideológica.

4.- ¿Por qué el proyecto revolucionario cuesta tanto hacerlo crecer hoy día? ¿Por qué es tan difícil incorporar juventud?

Un dirigente guerrillero de Centroamérica decía en estos años: “Antes no alcanzaban los fusiles para toda la juventud que quería incorporarse a la lucha e irse a la montaña. Hoy ni montaña queda”.

Por todo lo anteriormente dicho: la derecha se mueve con mucha rapidez, tiene más recursos, no tiene la menor ética (puede masacrar alegremente, mandar a matar, bombardear, torturar) buscando solo perpetuar su bienestar, su ganancia ostentosa, sus lujos. El bien común queda solo para los discursos pomposos, absolutamente vacuos. Si pueden crecer más las iglesias neopentecostales que propuestas políticas revolucionarias, hay que replantearse críticamente las formas de militancia. Los ideales siguen siendo absolutamente válidos; lo que debe revisarse -para mejorar- es nuestra metodología. Los tiempos actuales lo imponen.

rmh/mc

*Catedrático universitario, politólogo y articulista argentino.

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