Este género cinematográfico de comedia negra o ácida se caracteriza por tratar temas tabú, abordados de manera humorística, y es aquí donde el filme gana en público y en elogios de la crítica por el guión y la dirección de McDonagh, más las actuaciones del elenco.
La cinta cuenta en su currículum con ocho candidaturas a los Oscar (Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor Protagonista, Mejor Actriz de Reparto, Mejor Actor de Reparto, Mejor Guión Original, Mejor Montaje, Mejor Banda Sonora).
Ambientada en una isla de la costa oeste de Irlanda, el realizador centra más bien su argumento en el componente emocional, porque, según especialistas y crítica en general, «más que una película, es un estado de ánimo».
McDonagh hace un viaje exploratorio por la soledad, con una devastadora, pero brillante trama, logrando impregnar en cada uno de los sentidos de los espectadores una visceral sensación de desamparo.
Este cineasta ya escudriñó en las redes del cerebro humano para adentrarse en las vibraciones generadas por diversos tipos de inquietudes cuando de cine se trata.
Y es que la película británica estadounidense Tres anuncios en las afueras o Tres anuncios por un crimen (2017), ya la vimos escrita, producida y dirigida por McDonagh, quien se regodeó en el cine dramático, de misterio y comedia negra para contar la historia de una madre cuya hija es asesinada.
Tras un crimen de violación, esta mujer alquila tres vallas de anuncios para llamar la atención sobre el suceso sin resolver, del cual fue víctima la joven.
Con Almas en pena de Inisherin, el dos veces ganador del Oscar -que tiene su gala en solo 48 horas- se cuela poco a poco bajo la piel a base de tristeza, un turbio sentido del humor y un existencialismo capaz de doblegar el ánimo del ser humano más optimista.
McDonagh saca a relucir en este largometraje su faceta de dramaturgo, mediante una amalgama exaltada con llanto y carcajada, dos términos que aquí dejan de ser antagónicos, pues forman parte intrínseca del propio diálogo, por cierto, magistral, al cual acostumbra el creador.
El mega-reconocido y consagrado actor estadounidense Tom Hanks confesó que años atrás tuvo problemas con la soledad y manifiesta, con razón, sobre el poder del cine para hacer de ese aislamiento un recurso a favor de la obra cinematográfica en sí, incluso, estando solo.
Y a esa herramienta es a la que recurre nuestro director en cuestión, encendiendo luces en medio de una cruda realidad del protagonista (Colin Farrell, Minority Report, 2002; The Batman, 2022), acompañado por la irlandesa Kerry Condon, candidata a Mejor Actriz de Reparto.
Sumado a Brendan Gleeson y Barry Keoghan, el primero recordémoslo en tres entregas de Harry Potter (2005, 2007 y 2010) y al segundo, un actor irlandés (Dunkerque, drama bélico, 2017), ambos nominados en el apartado de Mejor Actor de Reparto.
Con muy buena estructura, apuntalada en un sólido guión (Mejor Guión Original), así el espectador experimenta desconcierto, con diversión y risas sin tapujos, que en esta edición del domingo 12 de marzo promete nuevas y buenas sorpresas.
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