Dentro de este inmueble, que evoca la estructura de un sistema de cavernas, existen tres espacios para presentaciones diseñados a medida: Grand Theater con dos mil 14 butacas, Playhouse de 800 y Black Box con 200 asientos.
Con una superficie de 34 mil 67 metros cuadrados y una fachada ideal para fotografías, el edificio se organiza como una trama espacial tridimensional con forma neuronal, al tiempo que cumple con los estándares para las puestas en escena tradicionales y aquellos proyectos enfocados en la interacción con los públicos.
En el área al aire libre, los árboles marcan los límites, mientras los orificios de aire permiten que ingrese luz natural durante el día, lo cual dota este espacio de una atmósfera única.
El Teatro Nacional se impone en el corazón de la ciudad, al romper con la estética del resto de edificios con sus paredes curvas de concreto y los enormes ventanales de cristal que adornan majestuosamente el edificio.
Por su parte, la fisionomía interna del inmueble cumple con el propósito de su creador de ofrecer una experiencia transformadora, pues en sus seis niveles puede apreciarse la magnitud del espacio, carente de vigas o columnas, y sostenido únicamente por 58 paredes curvas.
El proyecto iniciado en 2009 tardó siete años en ver la luz, por la complejidad de su diseño alegórico al medio ambiente, las rocas, cuevas y agua;, en un espacio donde todo fluye sin límites como una “caverna sonora” -según apuntó el arquitecto.
Además de su estructura inspirada en la naturaleza, el teatro reutiliza los recursos naturales de forma creativa, ya que las cavidades regulan la temperatura, las paredes reciclan el agua de lluvia y controlan la radiación en el interior.
Entre los atractivos del inmueble destacan las salas de ensayo, comercios, restaurantes, el jardín instalado en la planta superior, así como los tres escenarios principales, todo ello distribuido en un total de 29 “cuevas” e identificados con diferentes colores.
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