Tres joyas ocultas del brillante ritmo escocés alumbran la escena musical de ese paraje nórdico, con discos fuera de serie por su peculiaridad instrumental y por ser menos conocidos que otros en términos de ámbito global.
Por eso hay que darlos a conocer con mayor asiduidad y el período estival resulta perfecto para la promoción y, quién sabe, si hasta para el reconocimiento.
Mejorar la existencia y la discoteca personal entran dentro de este paquete en el cual se incluye el pop/rock melódico, desde hace varias décadas una seña de identidad escocesa.
Algunos críticos los denominan clásicos ocultos, como Teenage Fanclub -formada en 1989-, una banda de rock alternativo iniciada en Bellshill, cerca de la ciudad británica de Glasgow.
La agrupación fue muy popular en los años 1990 con el lanzamiento de sus dos primeros discos «Bandwagonesque» y «A Catholic Education».
Tanta calidad generaron sus chicos en aquel entonces, que la emblemática banda Oasis los catalogó como «la mejor del mundo».
Los acérrimos seguidores del power pop los reverencian por los repiqueteos de guitarra, sin embargo, Escocia tiene mucho más que mostrarle al público del mundo en materia de música alternativa.
Un auténtico tesoro sin reconocimiento es Daniel Wylie, un creador POP, con letras mayúsculas, quien dejó atrás una banda para hacer música por su cuenta y facturar una serie de álbumes.
Otro escocés es el grupo The Primary 5 (referencia a la quinta banda en la que tocaba el baterista), con una cosecha muy productiva desarrollada por el ex baterista de Teenage Fanclub, Paul Quinn, quien posee gran perspectiva del legado escocés vinculado al pop.
Muchas bandas de esa nación, como Dropkick, con su melodioso pop, se merecen mayor reconocimiento a nivel internacional.
O Belle and Sebastian, una formación de indie pop escocés, cuyo nombre tomaron de «Belle et Sébastien», un libro para niños de la escritora francesa Cécile Aubry, en el cual se relata las aventuras de un chico (Sébastien) y su perro (Belle).
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