Según la European Journal of Preventive Cardiology, el ejercicio suficiente y un sueño saludable contribuyen a prolongar la esperanza de vida.
Los investigadores examinaron cómo influía la actividad física de moderada a intensa en el impacto del sueño y la mortalidad, teniendo en cuenta edad, sexo, origen étnico, dieta, tabaquismo, consumo de alcohol, turnos de trabajo e índice de masa corporal.
Descubrieron que las personas que dormían poco y hacían poco ejercicio tenían un riesgo elevado del 69 por ciento de morir, que desaparecía cuando la actividad física aumentaba de volumen moderado o elevado.
En cuanto a la muerte por cáncer, los individuos que dormían poco y apenas se ejercitaban tenían un riesgo un 21 por ciento mayor, un peligro que se evitaba con tandas moderadas y altas. Estos resultados sugieren que los esfuerzos de promoción de la salud dirigidos tanto a la actividad física como a la duración del sueño pueden ser más eficaces para prevenir o retrasar la muerte prematura en personas de mediana edad.
El estudio indica que hacer suficiente ejercicio puede compensar parcialmente el impacto perjudicial de no dormir bien por la noche.
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