Un gran destacamento de efectivos del cuerpo irrumpió esta madrugada en el complejo religioso para expulsar a los fieles, quienes cerraron las puertas del reciento para evitar la profanación de los uniformados.
Según la agencia oficial de noticias Wafa, los agentes dispararon gases lacrimógenos contra el edificio tras romper varias ventanas, lo cual provocó numerosos casos de asfixia.
La Sociedad de la Media Luna Roja Palestina en Jerusalén denunció que la policía impidió el ingreso de los médicos para ayudar a los heridos, muchos de los cuales fueron detenidos mientras que otros fueron golpeados.
Poco después, bajo un amplio despliegue policial numerosos judíos recorrieron la zona, lo que aumentó la tensión.
Tras la nueva agresión, el portavoz de la presidencia palestina, Nabil Abu Rudeina, advirtió sobre una gran explosión social en las calles de los territorios ocupados.
Los sistemáticos ataques a la Mezquita de Al-Aqsa y a los fieles representan una guerra brutal contra el pueblo palestino y la nación árabe, que incendiará la región, advirtió.
En similar sentido se pronunció el primer ministro Mohammad Shtayyeh, quien calificó de crimen las acciones israelíes.
El recinto es venerado tanto por musulmanes, que la llaman Noble Santuario, como por judíos, que la conocen como el Monte del Templo.
Para los primeros porque en su interior fue levantada la Mezquita de Al Aqsa, mientras para los segundos porque allí se construyeron sus dos templos bíblicos.
Según los acuerdos alcanzados hace décadas, a los judíos solo se les permite visitar el sitio con numerosas condiciones, pero no rezar.
Sin embargo, bajo la creciente presión de los sectores de la derecha y ultraortodoxos aumentó el número de fieles de esa religión que intentan orar allí, lo cual es considerado por los musulmanes una provocación.
Israel ocupó la zona oriental de la metrópoli en la guerra de 1967, y desde entonces mantiene bajo su control el territorio pese a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
De hecho, en 1980 las autoridades israelíes declararon a toda la urbe como la capital eterna e indivisible del país, una postura rechazada por la comunidad internacional.
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