Esas esculturas significan poesía, turismo e historia distribuidos por una avenida con mucho para contar.
Es un paseo como pocos, arbolado, representativo para el turismo de este país que destaca sobre todo por valores históricos, como los atesorados en sitios como este. Se trata de una serie de figuras enclavadas en el Paseo del Prado, uno de los más cosmopolitas de la isla, muy retratados de superlativa imagen propia.
Durante años, turistas de todo el mundo quedaron impactados por siluetas de bronce muy interesantes que acaparan la atención por su carácter, belleza y poesía: los Leones del Prado.
Siempre con mirada agresiva y rugir que se podría escuchar con un poco de imaginación, estos leones constituyen escenario propicio para una foto familiar, o simplemente para enmarcarlos en hoteles del derredor como el Parque Central, Telégrafo o el Sevilla.
Los historiadores recuerdan que a fines de 1700 las autoridades coloniales españolas adoptaron un programa de obras públicas con la finalidad de otorgar un brillo particular a la villa de San Cristóbal de La Habana, fundada en 1519 (ahora hacia sus 503 años).
Ya a fines del siglo XVIII el Prado constituía un escenario propicio de la sociedad habanera, reforzada su imagen al término del siglo XIX.
Crecieron modernas viviendas alrededor y en 1928 recibió un nuevo empuje con bancos de mármol, luminarias, copas y su más importante agregado: los leones con bronce de viejos cañones. El Paseo del Prado se nombró posteriormente Martí, en honor al héroe nacional cubano José Martí (1853-1895), pero siempre se le mencionó con la primera denominación.
Por demás, El Paseo del Prado tuvo varios nombres: Paseo del Prado, Alameda de Extramuros, Alameda de Isabel II, Paseo del Nuevo Prado, Paseo del Conde de Casa Moré y Paseo de Martí, nombre oficial.
El Paseo lo componen la propia avenida, el Parque Central, la Explanada del Capitolio y la Plaza o Parque de la Fraternidad, aunque muchos piensen que es solo la parte de los bancos y leones.
En el mismo hay ocho estatuas con figuras de leones. Estas figuras fueron fundidas con material de los cañones que anteriormente protegieron la ciudad de los corsarios y piratas, tal y como lo reseñan historiadores.
Durante la etapa después de 1900 se comprobó esas piezas de artillería ya no eran necesarios y se fundieron para crear las esculturas. En 1928, la presidencia de Cuba en ese entonces encargó esta tarea al francés Jean Puiforcat y al también escultor cubano y experto fundidor de bronce, Juan Comas.
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