Aserrín, corozo, flores, frutas, verduras y otros disímiles elementos conforman estos tapices de tradición popular y expresión del llamado arte efímero, pues duran pocas horas, ya que se confeccionan para recibir a las procesiones.
En este Viernes Santo, el inmenso «manto» dará paso al cortejo de la Consagrada Imagen del Cristo Yacente y la Señora de la Soledad Reina de la Paz de la Parroquia Nuestra Señora de los Remedios, El Calvario, uno de los más grandes en esta ciudad capital con 140 cargadores.
El tapete inició frente al Palacio Municipal -promotor de la actividad cada año-, y cubrió varios tramos hasta llegar a la Avenida Elena y 5ta calle de la zona 1.
Una vez más se busca romper el récord de tres mil 932 metros impuesto en Huamantla, México, el pasado año, cuando cayó la marca de Guatemala.
Desde 2011, la municipalidad comenzó a promover las alfombras de aserrín para entrar en el libro de los Guinness en la categoría de la más grande del mundo y en 2014 logró la marca.
Entonces se confeccionaban a lo largo del Paseo la Sexta, en el Centro Histórico, el cual desemboca en la Plaza de la Constitución y la Catedral, uno de los puntos de paso de varias andas emblemáticas, entre ellas, la de El Calvario.
Según la historia, junto con el catolicismo, los españoles trajeron a América rituales propios del cristianismo y manifestaciones externas de fe, entre estas últimas, las alfombras con diseños como escudos, arabescos y filigranas.
Con el tiempo, productos propios como aserrín, tintes naturales, flores, frutas y verduras se sumaron, una práctica que se remonta a la civilización maya.
En la actualidad, las frutas, verduras, panes, y distintos elementos que hay en una alfombra, son gestos de agradecimiento de los fieles católicos hacia sus imágenes de devoción.
Sandías, melones y papayas, chiles pimiento, zanahoria y apios se convierten en figuras antropomorfas o religiosas, una tradición familiar devenida en rasgo cultural en esta tierra de la eterna primavera.
El 26 de febrero último, la Unesco oficializó aquí la inscripción de la Semana Santa como Patrimonio Cultural de la Humanidad, y las alfombras forman parte de esta distinción.
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