Un mural y la presentación de la exposición fotográfica Monseñor Gerardi, en la casa parroquial San Sebastián, en la zona 1 capitalina, forman parte del homenaje durante las últimas semanas de abril y el resto del año.
Asimismo, se presentará la investigación «Nuestra Misión era escuchar a la gente», para la dignificación de los animadores de la reconciliación y coordinadores del proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica (Remhi).
De acuerdo con un comunicado de la Odhag, también tendrá lugar una celebración eucarística presidida por el arzobispo metropolitano Monseñor Gonzalo de Villa.
Juan José Gerardi (27 de diciembre de 1922-26 de abril de 1998), era conocido como el obispo del pueblo por su trabajo y cercanía con los feligreses, reconoce la nota oficial.
Del 11 de agosto de 1967 al 22 de agosto de 1974 se desempeñó como obispo de las Verapaces y dejó ese llamamiento cuando fue designado como obispo de Santa Cruz del Quiché hasta el 14 de agosto de 1984.
Más tarde asumió como obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Guatemala hasta su asesinato.
De acuerdo con Nery Rodenas, director ejecutivo de la Odhag, Gerardi reclamó a las autoridades de varios gobiernos las injusticias que ocurrían, eso lo llevó a que se le considerara como «enemigo del Estado».
«El gobierno militar de Fernando Romeo Lucas García le negó el ingreso a su país, por eso Monseñor Gerardi fue exilado en Costa Rica, pero a su regreso, casi dos años después, retomó sus actividades para trabajar para una Guatemala más justa», afirmó Rodenas.
Después de la firma de los Acuerdos de Paz entre el Ejército y la Guerrilla, el 29 de diciembre de 1996, el obispo encabezó el trabajo de recopilación de los abusos cometidos durante el conflicto interno que dio como resultado el informe «Guatemala nunca más».
Su presentación fue el 24 de abril de 1998 en la Catedral Metropolitana y, por primera vez, los guatemaltecos conocieron desde la voz de las víctimas, las terribles violaciones a los derechos humanos, principalmente por el Ejército.
Dos días después, Gerardi apareció muerto en su casa parroquial, con el cráneo destrozado, al punto que su rostro quedó irreconocible.
Varias versiones se manejaron para distraer a la opinión pública, las muestras forenses llegaron al laboratorio sin sellar e incluso se alteró la escena del crimen bajo varias hipótesis, crimen pasional, ataque de un perro o el robo de una banda de ladrones de imágenes religiosas para desestimar la participación de las fuerzas del Estado.
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