En la ceremonia de término del evento, que reunió a líderes nativos de todo el país y es considerado el mayor encuentro de etnias del gigante sudamericano, Lula firmó los decretos de circunscripción de seis tierras originarias.
Tales posesiones originarias darán seguridad jurídica a unos cuatro mil nativos y serían los territorios en Arara do Rio Amônia (Acre, norte), Kariri-Xocó (Alagoas, noreste), Rio dos Indios (Rio Grande do Sul, sur), Tremembé da Barra do Mundaú (Ceará, noreste), Uneiuxi (Amazonas, norte) y Avá-Canaoeiro (Goiás, centro-oeste).
También el fundador del Partido de los Trabajadores levantó una franja contra el marco temporal sobre esas áreas, cuestión que está siendo examinada en el Supremo Tribunal Federal.
«Vamos a legalizar las tierras indígenas, es un proceso un poco largo. Nuestra querida ministra (Sonia Guajajara) sabe del proceso. Tiene que pasar por muchas manos y la gente va a tener que trabajar», refirió.
Insistió en laborar mucho para que «la gente pueda hacer la demarcación del mayor número posible de tierras indígenas. No solo porque es un derecho de ustedes, sino porque si queremos llegar en 2030 con deforestación cero en la Amazonia, vamos a necesitarlos como guardianes de la selva», subrayó.
De todas las regiones comenzaron a llegar delegaciones el domingo para la edición 2023 del campamento.
El tema de este año fue «El futuro indígena es hoy. Sin demarcación, no hay democracia».
Según la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil, organizadora del albergue, el movimiento refuerza la importancia de la demarcación de los dominios nativos, paralizada en los últimos cuatro años durante el gobierno del exmandatario Jair Bolsonaro.
La entidad destaca que más de 200 territorios aborígenes están en la fila de la jurisdicción de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas.
Al menos 13 territorios están con el proceso en marcha y la homologación a ser realizada. Hasta el momento, cerca de 600 fueron regularizadas.
El campamento resultó la primera gran concentración de este tipo en Brasilia desde el regreso al poder en enero de Lula, quien se muestra solidario con el reclamo indígena, a diferencia de Bolsonaro.
Durante varios días los nativos vistieron en su mayoría trajes tradicionales, con majestuosos tocados de plumas y pinturas corporales, en medio de los predios de arquitectura futurista de la sede del gobierno.
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