El domingo un hombre armado con un fusil de asalto irrumpió en un templo del estado de Kaduna y secuestró a 40 parroquianos sin que hasta el momento haya presentado demandas por su liberación.
Del grupo de secuestrados 15 lograron escapar, según precisiones del pastor de la comunidad religiosa.
Los raptos masivos, en particular de menores del sexo femenino y de funcionarios gubernamentales por cuya liberación demandan rescates en metálico es una de las principales formas de allegar ingresos de los grupos islamistas que operan en este vasto país del occidente africano.
En los últimos meses el modus operandi fue adoptado por bandas armadas de delincuentes las cuales, además, atacan y saquean aldeas sin que las autoridades logren ponerles freno a pesar de las promesas del presidente Mohammadu Bujari, cuyo mandato termina a fines del mes en curso.
Los ataques de islamistas y las bandas de delincuentes contra poblaciones inermes junto a los secuestros constituyen los dos principles dolores de cabeza de las autoridades centrales nigerianas a los que se suman los frecuentes confictos entre pastores y granjeros por el uso de agua y zonas de pastoreo.
En abril pasado 33 pobladores de una aldea también en el estado de Kaduna murieron en un choque armado en un ataque del que fueron responsabilizados pastores de la etnia fulani, de confesión musulmana.
mem/msl